Calatañazor es una villa soriana que dista de la capital 32 kilómetros. Unas cien personas - los que habitan esta villa- tienen el privilegio de pasear por su calle principal: una calle empinada, empedrada de canto rodado y flanqueada por casas con paredes de tapial de barro y paja o tosca mampostería de piedra. Los tejados exhiben hermosas tejas tradicionales y las típicas chimeneas pinariegas. Los soportales con vigas de madera protegen de la lluvia a los caminantes que se dirigen a la plaza mayor, presidido por un imponente rollo de justicia de la baja edad media. Las ruinas del Castillo, el Ayuntamiento y un fósil de palmera rematan el conjunto.


El pueblo conserva su trazado medieval. Está rodeado de lienzos y cubos de muralla, menos por el flanco oriental, debido a la agreste ortografía Cuenta con dos iglesias -una de ellas románica-. Tan escogido patrimonio le granjeo a la villa la declaración de Conjunto Histórico-Artístico Nacional en 1962.
La mejor forma de visitar Calatañazor es dejar el coche antes de entrar y caminar por sus calles, saboreando su arquitectura popular, hasta llegar al castillo desde el que se domina una espléndida vista del Valle de la Sangre.
Si la cuesta nos hace mella, podemos degustar sabrosos chorizos y torreznos en cualquiera de los bares que jalonan la calle principal.
Recuperado el aliento, dejaremos atrás Calatañazor y continuamos recorrido hacia Muriel de la Fuente. En apenas un kilómetros divisaremos el sabinar de Calatañazor, compuesto principalmente por sabina albar (
Juniperus thurifera). Es esta una especie considerada como una reliquia del Terciario. Las sabinas de Calatañazor destacan por su tamaño, hasta los 20 m de altura y 8 m de diámetro troncal.

Después de un paseo entre estos árboles de aspecto fantasmagórico y de haber llenado nuestros pulmones de aire puro - y bajado los torreznos,todo hay que decirlo- entramos en otro espacio natural colindante: La Fuentona. Este paraje es un acuífero formado por una red de galerías excavadas bajo el terreno que, en un punto determinado del terreno, aflora dando paso al nacimiento del río Abión. Poco después de nacer, el río forma un cañón con abundante vegetación y fauna por el que da gusto pasear. La caminata se complementa con la contemplación de la cascada de la Fuentona.

Para realizar el paseo conviene dejar el coche en el aparcamiento e internarse en el paraje siguiendo las indicaciones. A lo largo de la ruta, podemos contemplar chopos, sauces, carrizales y, algo más alejadas del río, las sabinas. Las aves acompañarán nuestro paseo. Es fácil admirar el vuelo de buitres leonados, águilas reales, halcones peregrinos, alimoches y los martines pescadores. Es un deleite para los sentidos poder disfrutar del murmullo del agua cristalina y del reflejo de los árboles y las paredes del cañón en los remansos. El paseo es apto para pequeños, medianos y mayores.
Es conveniente regresar por la carretera que va hacia Calatañazor, tomando a la izquierda el desvío que lleva a Abejar. La carretera es estrecha pero poco transitado. Parad donde os pida el corazón, hay parajes preciosos . Con un poco de suerte se pueden ver ciervos, corzos y ardillas. Por último, asomaos al mirador del Mirón y, ante todo, no llevéis prisa. Disfrutad.
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