jueves, 25 de julio de 2013

La ordinariez a los altares.

     En una sociedad vapuleada por el todo vale, todo es sencillo, consíguelo sin esfuerzo, el atajo es el mejor camino, no importa cómo, lo importante es llegar; en  una sociedad lacerada por el paro, la corrupción, la bajeza política, la falta de referentes y de valores, surgen héroes necesarios donde reflejarnos, súper hombres que nos enseñen el camino y que, sin palabras, nos convenzan de que sí podemos, de que merece la pena luchar,  de que con esfuerzo se consigue lo que cada uno se propone.
   Pero cuidado con estos guías. Son importantes y necesarios, pero no son dioses.  Pueden ocultar facetas  no muy ejemplares; es más, pueden ser reprochables y más en ellos que son reverenciados y considerados como espejos en los que se miran los más jóvenes.
   Me gustaría estar refiriéndome a científicos, inventores, poetas, filósofos,  pensadores o líderes políticos pero, por desgracia, en nuestra sociedad los únicos que mueven a las masas  haciendo olvidar la situación tan delicada que pasamos son los deportistas, en general, y los futbolistas en particular.
   No me gustaría ser un aguafiestas: yo también admiro el sacrificio, la dedicación y el buen hacer de estos jóvenes que, siendo bajitos y renegridos, dan sopas con onda al resto del mundo balompédico. Pero deberían cuidar las formas y las maneras, les costaría poco y su imagen ganaría muchos enteros.
   ¿Os habéis fijado? Salen por el túnel del vestuario, se colocan el pelo, se dan un toque a sus partes, se santiguan y…escupen. Sí señores, lo primero que lanzan en el terreno de juego es un soberano esputo al césped -cuando no liberan el tabique nasal tapando uno de los orificios y soplando  por el otro . Después de una carrera, esputo; que fallan un gol, esputo; que lo marcan, esputo; que hace una falta o se la hacen, esputo que te crió.
    Me pregunto cómo no les da asco tirarse por el césped, hacer la piscina, revolcarse para simular una falta o para celebrar un gol, cómo pueden coger el balón con la mano…  Ya me explico el porqué de los guantes de los porteros.

    No puedo ni siquiera imaginar a los jugadores de baloncesto o balonmano esputando sin parar por las pistas de parquet; tampoco he visto a Nadal escupir en la tierra batida.  No creo que  esta costumbre, que este comportamiento tan sucio y tan lamentable sea consustancial con el fútbol. Es, sin duda, una cuestión educacional que debería ser perseguida, sancionada y corregida con la misma contundencia con la que se castiga la violencia, el menosprecio al contrario y el racismo en los terrenos de juego. 

2 comentarios:

  1. Por eso cuando celebran el gol se escurren con tanta facilidad ssssssssssssssssssssssssssss,lo entiendes ahora

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  2. Incluso muchos esputan en la cara del contrario de vez en cuando, pero eso si que se sanciona...., menos mal.
    Completamente de acuerdo con la reflexión y añado no será que además de maleducados son putos...., perdon que ya no se lo que me digo, Ssssputos.

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