Mariano, cada día estás peor. No te enteras
de nada, estás paralizado, sin poder de reacción, falto de reflejos, preso de
tus actos y de tus mentiras, al borde del precipicio: en definitiva, con tu
carrera política terminada.
Mariano, la responsabilidad es
proporcional al puesto que se desempeña y tú, hoy por hoy, desempeñas un puesto
muy importante; eres el presidente de
España. Junto a la responsabilidad camina el sueldo; las alabanzas ante los
aciertos en la gestión y también las reprobaciones cuando se producen errores
propios o de algún subordinado corren parejos: en todo momento el responsable
eres tú. Cuando se saca pecho o cuando se aprietan los glúteos, siempre hay que
ser consecuente y honesto.
El presidente de una nación democrática no
puede presentarse ante la cámara de representantes llevado por las orejas con el único argumento
de que se equivocó y que lo siente.
Semejante respuesta me ha traído a la memoria un episodio vivido por mí durante
la infancia. Lo referiré brevemente. En el colegio tenía un compañero
que se llamaba Fernández. Cuando
hacíamos alguna travesura y el maestro preguntaba: ¿Quién ha hecho esto?
Él, rápidamente, levantaba el brazo y decía: “Yo. He sido yo”. El maestro de
turno ensalzaba la sinceridad de Fernández y dejaba sin castigo la fechoría. Pero
llegó un momento en el que Fernández se
acusaba hasta cuando no hubiera sido el responsable de la trastada de turno.
Cierto día, cuando dijo: “Yo, yo he sido”, recibió un tortazo y un severo
castigo. Había llegado su día.
A ti, Mariano, ya te llegó tu día. Tus errores en política han sido
numerosos y de mucho calado, se te ha perdonado casi todo y siempre apelando a
figuras infantiles: los chuches, los hilillos de plastilina, el me equivoqué. Ahora, Mariano, debes recoger
tus cosas y marcharte a Santa Pola, a registrar lo registrable –¿acaso no eres
registrador?-, a ganarte la vida con tu profesión, que la tienes y te lo ganas
muy bien, -según tus propias palabras-. Eso ya lo sabíamos, no hace falta que
nos lo restriegues a cada momento, sobre todo a los parados que también tienen
profesión como tú, aunque no se lo ganen tan bien como todo un registrador de
la propiedad.
La dimisión es la mejor salida para ti. Así dejarías de arrastrar tu
nombre y tu imagen. También sería bueno para el país, que dejaría de soportar a un
presidente atado y bien atado por sus errores y por las palabras dichas y por los secretos de
un presunto delincuente: tu extesorero.
No te das cuenta de que das pena, de que eres un muñeco roto en sus manos.
Mariano tienes la responsabilidad de realizar
el último servicio a España y de hacerlo bien. Vete, Mariano, vete ya.
Lo suscribo
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