Gracias a que la recibimos en un puente vacacional largo, pudimos acariciarla
mucho, mucho y así amansarla poco a poco. Ahora no huye cuando nos acercamos,
ni se enfada al cogerla en brazos, es más, se diría que le gusta. A veces,
cuando paras las caricias en el cuello, te da un zarpazo y te coge la
mano con sus patitas y las dirige al punto donde terminas de acariciarla. Es lo
que se llama una gatita candonga.
Siempre nos espera a la puerta del jardín y, en cuanto puede, corre escaleras
arriba a tumbarse en el sofá o en la cama. Ya le han presentado al señor
frigorífico y se llevan estupendamente. La gata se frota y se frota
contra la puerta de su amigo el frigorífico y este, de vez en cuando, le
agradece el agasajo sirviéndole alguna golosina.
Carafinita es muy tranquila, no se
mueve del jardín. Trepa por los arboles pero, de momento, no se va por los
tejados, con lo cual estamos tranquilos. Duerme en una caja de cartón a
la que hemos abierto una puerta . Dentro hemos puesto de trapos para que esté
mas caliente.
Han pasado varias semanas y estamos muy contentos con nuestra gata. No nos
olvidamos de Gala -siempre tendrá su sitio-, pero a Carafinita la queremos mucho y creo que ella a
nosotros también está empezando a querernos.
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