Hace semanas que detuvimos nuestro viaje en Pamplona. Fue por un buena razón: volver sobre nuestros pasos y dirigirnos a Gerona y al Ampurdán.
Tras el paréntesis, emprendemos la marcha en paralelo al mar Cantábrico en busca de pueblos, ciudades y rincones que nos conmuevan el interior.
La primera parada de nuestro viaje se produce en Hondarribia, localidad dividida históricamente en dos: una parte amurallada, de casa blasonadas, iglesias fortalezas, calles estrechas y suelos empedrados, y la otra marinera, con su barrio de pescadores y con sus casas coloridas, repletas de flores, rebosante de alegría en cada rincón.
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