Mi Camino 2017 -todos los Caminos que he andado- han partido de un reto personal contra unos mismos elementos: el tiempo, la edad, la comodidad y el deterioro físico y mental.
Así comenzó este, allá por el mes de octubre, y así continuó hasta el mes de enero, en que pasó a convertirse en algo especial.
Lo novedoso de este Camino 2017 radica en que un dolor de rodilla, en el momento más dulce de la preparación, me puso ante un escenario harto conocido, pero nunca deseado.
Todo las sospechas y miedos pasaron por delante de mi mente sin parar y sin querer. Las consultas a don Google se fueron repitiendo y el proyecto de Camino 2017 se tambaleó, pasó a segundo o tercer plano.
En esos momentos no me importaba mucho el Camino, tan solo mi salud y las personas que me rodean y me quieren, eran importantes. Al fin y al cabo, qué somos sin nuestra gente.
El miedo me atenazaba hasta apenas dejarme pensar con claridad, los paseos matutinos se convirtieron en espacios para analizar hipotéticas situaciones y guiones.
En esta espiral de consulta médica en consulta medica se produjeron más y más incertidumbres. En ellas he estado sumido durante dos meses. Tiempo este en que el color negro predominaba sobre el resto de tonos del arco cromático.
Finalmente, una mañana me pareció despertar de la pesadilla y decidí : "lo que tenga que ser, será". Consideré que lo que no se puede controlar hay que dejarlo volar y esperar a que se pose e indique la dirección en la que hay que remar.
En ese preciso momento es cuando pensé que la vida hay que vivirla sin miedo. Dejé a un lado las incertidumbres, en espera de que se convirtieran en certidumbres o, incluso, en malos sueños de verano.
A partir de ese día, el Camino 2017 se convierte en mi reto vital. Hago un repaso de todos los pros y los contras y los voy colocando en los platillos de la balanza.
En un platillo, una necrosis en la rodilla derecha, un metatarso del pie derecho caído, una calcificación importante en el pie derecho, un esguince -casi crónico- en el mismo pie; sobrepeso, cincuenta y nueve años y miedo y preocupación.
En el otro platillo, unas ganas enormes de vivir, de enfrentarme a la naturaleza por esos caminos de Dios, de estar en compañía del aire, del viento, de la lluvia, de los pájaros, entre el cielo y la tierra y sobre todo probarme a mí mismo que puedo. Un gran espíritu de sacrifico, la experiencia de otros caminos y un cierto control mental.
¿Qué pesaba más? No miré ni siquiera el fiel, me decidí a enfrentarme al reto sin más. Si tenía que recoger velas, siempre sería en medio del mar y luchando por conseguir este reto.
Esta fue la motivación principal de mi Camino 2017. A ello se le puede añadir: mi gusto por los viajes, los paisajes, la fotografía, el conocer la forma de vivir de otras personas...
En resumen, mi Camino 2017 ha sido un reto vital.
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