Este post me resulta difícil de escribir. No es fácil escribir a corazón abierto. Pero tengo la necesidad de hacerlo.
Nunca he presumido de nada y menos de ti. La verdad es que lo he podido hacer y sobre todo de ti. Motivos me has dado de sobra. Motivos académicos, profesionales y, sobre todo, personales.
A veces he pensado que podrías sentir que no valoraba lo suficiente tu capacidad intelectual y personal. Si alguna vez has albergado esa duda -no lo creo así-, te diré que sé perfectamente de tu esfuerzo, de tus sacrificios, de tu entrega. Conozco qué tipo de persona eres.
Hoy voy a romper un poco, solo un poco, mi silencio entorno a ti. Voy, no a presumir, sino a hacer pública mi admiración hacia ti.
Sé perfectamente que te levantas a las 6 de la mañana, te vas a trabajar. En el transporte público vas leyendo el temario de oposiciones. Vuelves a las cinco a casa y tres días a la semana das clases a tus chicos y el resto de días te dedicas a preparar temas y exámenes.
Cuál fue mi sorpresa cuando nos comunicaste que ibas a dedicar parte de tus vacaciones, de tus ansiadas vacaciones, a colaborar con la Fundación Aladina, en el campamento de Irlanda para niños enfermos de cáncer; que ibas a poner tus conocimientos profesionales y tu corazón al servicio de los demás de forma desinteresada.
Yo siempre he estado muy orgulloso de ser tu padre y de poder disfrutar de una hija como tú. Ahora tengo que unir a todo eso mi admiración hacia tu persona por ser tan humana, tan profundamente humana.
Un beso, hija.
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