Cuenta la leyenda que en aquellos tiempos en que Toledo era la ciudad de las tres culturas - cristiana, judia y musulmana. Quiso el azar que las miradas de Raquel, hija de Leví –uno de los rabinos más considerado por su comunidad en Toledo- y la de , Fernando –un noble y apuesto cristiano toledano- se cruzaran.
El amor ente ambos surgió de forma incontrolada a pesar de ser un amor prohibido por la religión y por las familias.
Ambos jovenes, conscientes de la desaprobación de tal relación, la ocultaron entre las sombras de los callejones toledanos, citándose cada noche a la vera del pozo que se encontraba junto al jardín de la bella Raquel.
Quiso el destino que una noche de luna llena, un amigo del rabino Levi viera a los enamorados besandose junto al pozo. Presto corrio a casa del rabino para contarselo.
Colérico Leví, a la noche siguiente dió muerte al joven cristiano arrojándolo al pozo. Desconsolada, Raquel no paraba de llorar día y noche hasta llenar el pozo de lágrimas amargas. Pasados los días, la joven judía bajo la luz de la misma luna que tantas noches había iluminado sus rostros enamorados, se lanzó al pozo junto a su amado.
Esta es la razón por la que se dice que el agua del pozo está amarga: una trágica historia de romance, pasión y odio que tuvo un triste final.
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