Construida en el siglo XIX, dentro del conjunto conocido como Palacio y Jardines del Buen Retiro de Madrid, lugar de recreo de los monarcas y precedente del actual Parque del Retiro. La Montaña Artificial forma parte de la transformación romántica del Retiro, proyecto redactado por el arquitecto Isidro González Velázquez.
Es uno de los caprichos que el rey Fernando VII promovió en el Reservado del Parque del Retiro o zona que delimitó del uso público para su real disfrute y el de su familia. El monarca se inspiró para encargar estas construcciones (los caprichos) en el modelo marcado del «Pequeño Trianón» del Palacio de Versalles.
En el año 1986, el gobierno de Juan Barranco puso en marcha un proyecto de rehabilitación integral con el fin de recuperar este espacio histórico del Retiro y darle un contenido cultural. Una vez realizadas las obras necesarias, su interior pasó a ser visitable. En los años 80 se usó como galería de exposiciones.
En 2018, el Ayuntamiento de Madrid comunicó que remodelaría y restauraría de manera integral la Montaña Artificial del Retiro. Declaró su intención de recuperar el acceso de la Puerta de la Independencia y del Paseo de México. Las actuaciones se enmarcaron en el 150 aniversario de la cesión del Retiro como parque público al Ayuntamiento de Madrid mediante un decreto del Ministerio de Hacienda de la época.
En 2023, tras casi dos décadas de abandono, el Ayuntamiento de Madrid acomete una reforma global respetando la estructura original, instala un nuevo sistema hidráulico y preparará el recinto para albergar una sala de exposiciones.
Los madrileños de la época llamaron de diferentes formas a la Montaña Artificial: Rusa, no se sabe muy bien porqué, El Tintero, por la forma que tenía vista desde lejos, o de los Gatos ya que durante un tiempo la gente se deshacía de sus gatos dejándolos ahí.
Considerada una edificación singular, la montaña tiene planta orgánica, centralizada. Es hueca. Está levantada sobre una bóveda de ladrillo y mampostería de planta circular con muros mixtos de estos materiales en cuya cúspide pendía una estalactita. De la sala central parten corredores radiales con bóvedas de cañón. Esta sala central fue utilizada como sala de exposiciones, subdividida, en sus orígenes, en diversas dependencias que terminaban en grutas. En su interior se encontraba una noria que surtía de agua a la ría que la rodeaba. En la cumbre se construyó un templete que se utilizaba como observatorio para que el rey pudiera ver el paisaje de los alrededores.
La portada de acceso está constituida por tres vanos, los laterales apuntados y el central un arco de medio punto. Los primeros están enmarcados por un revestimiento cerámico, en el que se representan una sirena y un tritón, así como esbeltas fuentes laterales. Sobre el central hay una cartela de azulejería y encima un óculo, con un tondo cerámico alusivo a la Pintura. El entablamento cuenta con cinco cartelas cerámicas, con motivos marinos y pictóricos. De rasgos orientales, y configurado por tres torres, una central de planta octogonal y dos cilíndricas en los extremos, unidas por una arquería que rodeaba y reproducía la geometría de la primera. La ría y el estanque originalmente tuvo peces y gansos y diversas cascadas, la principal con la parte superior adornada con la cabeza de un león de yeso.
Sus dimensiones son: (altura,anchura,profundidad) 15,00 x 20,00 x 20,00 m. Se accede a ella por la Puerta de O’Donnell, en la esquina de esta calle y la avenida de Menéndez Pelayo, abierta en 1968.
Fotografía: J Ruiz