Pero fue en el siglo XVI, cuando nobles y reyes exhiben animales enjaulados en sus palacios y fincas de recreo. Don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma, valido de Felipe III, expuso en su quinta del Prado de los Jerónimos una colección de animales en la que había monos y conejos. El conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, solía organizar en el Palacio del Buen Retiro espectáculos basados en la lucha de fieras llegadas de América, como jaguares y panteras. Esta colección del Buen Retiro fue incrementándose con animales como guacamayos, loros, tucanes, ocelotes, pumas, monos, caimanes, serpientes, etc.
A finales del siglo XVIII, esta primera colección animal se mudó a otra esquina del Jardín del Retiro, junto a la Puerta de Alcalá, dotándola de mejores instalaciones.
Con Fernando VII, en 1830, se ampliaron y mejoraron las instalaciones trasladándolas al lado de la puerta de Alcalde Sainz de Baranda. La Casa de Fieras fue concebida como recinto de recreo de la familia real y su mantenimiento corría a cargo del llamado Bolsillo Secreto de Su Majestad, una partida presupuestaria que disfrutaban y distribuían los monarcas a su antojo.
La reina Isabel II amplió la Casa de Fieras y adquirió nuevos animales, entre ellos una pareja de elefantes. La hembra murió y fue sustituida al poco por la elefanta “Pizarro”, uno de los animales más famosos en la historia del parque, procedente de un circo parisino.
Un buen día, la elefanta arrancó la cadena que la fijaba y salió a la calle entrando en una bodega de vinos. Después de beber a sus anchas, enfiló la Calle de Alcalá y concluyó el festín en el Horno de San José, donde pudo comer panes y pasteles hasta que los guardias consiguieron llevarla de nuevo a su jaula.
Con la Revolución “Gloriosa” de 1868, el parque del Buen Retiro y la Casa de Fieras, hasta entonces de uso y disfrute exclusivo de los monarcas, se abrieron al público y el Ayuntamiento asumió su gestión.
Con el estallido de la Guerra Civil y el bombardeo de Madrid en 1936, la Casa de Fieras vivió muy malos momentos. Muchos animales murieron de hambre y otros fueron sacrificados para servir de alimento a los madrileños, hambrientos por el asedio de los golpistas.
En 1972, se abrió el zoológico en la Casa de Campo, donde la mayoría de los animales podrían vivir en espacios abiertos y mucho más amplios. Aquellos seres enclaustrados fueron los primeros en disfrutar de los aires de democracia y libertad que respiraba la España de los años 70.
Con el traslado de los animales, los pabellones se desmantelaron y cesó para siempre la actividad de la Casa de Fieras. En 2013, se decidió transformar “La Leonera”, en la Biblioteca Pública Eugenio Trías.
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