La semana que termina la habíamos dejado al libre albedrío; no sé cómo os habrá ido a vosotros, espero que hayáis disfrutado: lo importante es sentirse bien y feliz.
En lo que a mí respecta, he caminado dos horas todos los días, he recobrado las sensaciones perdidas; sé que no estoy recuperado, y a lo mejor hasta es contraproducente el ejercicio, pero me he sentido tan bien caminando todo lo deprisa que puedo, subiendo y bajando cuestas, ahogándome en la subidas más exigentes, y todo ello sin dolor en el pie. ¡Qué maravilla!
Cuando te sientes bien no importa el frío riguroso, ni las heladas matutinas, ni los bajo cero, ni nada de nada, solo sientes que das todo lo que puedes sin más y eres feliz.
He vuelto a poder disociarme sin pensar en el dolor, sin tener que dialogar con el fascio plantar, concentrándome en problemillas cotidianos y grandes problemas existenciales, pero no en el dolor. ¡Qué bien!
He vuelto a poder disociarme sin pensar en el dolor, sin tener que dialogar con el fascio plantar, concentrándome en problemillas cotidianos y grandes problemas existenciales, pero no en el dolor. ¡Qué bien!
Esta semana, si os parece, la podemos dedicar a caminar un par de horas, pero vamos a elegir caminos quebrados que nos exijan un poquito más de esfuerzo. Vamos a realizar series de flexiones, abdominales y media hora de bici.
Ya me contaréis qué tal. ¡Buena semana!
¡Ah, se me olvidaba! Mucho ánimo a los que estáis dudando, a los mayores y menores, a los altos y bajos, a los gordos y delgados, a todos, todos.
Podéis, podemos.
Podéis, podemos.
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