Carretera estrecha. Curva, más curvas. Un ciclista, otro y otro, un sin fin de ellos. La tortura merece la pena, los paisajes impresionan por su belleza.
A la vuelta, con la labor realizada, es reconfortante sentarte en la playa Formentor, entre los pinos, para saborear la paz del paraje.
Fotografía: J Ruiz
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