Desde siempre, con el mundo infantil no te ha ido bien. Cada vez que has hacho una incursión en él, te has retratado. No se sabe si es porque tú nunca fuiste niño o porque nunca lo has dejado de ser.
El caso, Mariano, es que cuando haces intentos desesperados para humanizar tu imagen, la cagas. Lo que hoy llaman "el mensaje gestual" te traiciona y deja ver tu verdadero yo.
Todo empezó con los hilillos de plastelina en el fondo del mar, ¿te acuerdas, Mariano? Resulta que ni eran hilillos, ni tampoco plastelina. Era chapapote y maromas como la manga de un abrigo.
La cosa continuó, con los chuches de los niños, pero a la niña de Rajoy le aplicaste el IVA y le jodiste los chuches. Todavía te está buscando.
Ahora te llevas a tu retoñito a una emisora de radio, para que vea cómo papá, hace las veces de comentarista deportivo con la gracia que te caracteriza y resulta que el infante es un sabelotodo indiscreto y con poca educación. Qué aplicas en casa ¿los principios de la LOMCE?
Para rematar la faena infantil, ha quedado comprobado cómo te delata tu lenguaje no verbal, ante el do de pecho de Marianito. Tu cara pasa de la sorpresa positiva. -qué niño más agudo y redicho-, a la de ¡Dios! ¡Trágame tierra! ¡El jodío niño! y sin más recursos tuviste que acudir al consabido collejazo, propio del padre desesperado e incapaz.
¡Mariano, tío!, el collejazo, no Eso es lo último recomendado por los reyes del universo, a los que aquí llaman psicólogos. No, Mariano, no.
¿De qué te vale no acudir a los debates a cuatro, a tres o a dos?
¿Qué respeto te van a tener tus adversarios? ¿Cómo vas a negociar con la oposición? ¿Cómo quieres que no se te vaya la gente? Si, te has, ¡RETRATAO! ¡Mariano! El collejazo. ¡NO!
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