jueves, 17 de noviembre de 2016

Fuentes de Madrid - Fuente de la Castellana

 El rey Fernando VII ordenó en 1830 erigir un monumento para celebrar el nacimiento de su hija Isabel.
 El monarca no pudo ver realizado su deseo en vida, ya que le sobrevino la muerte pocos días antes de ponerse la primera piedra. 
 El acto tuvo lugar el 11 de octubre de 1833, prácticamente en coincidencia con el tercer cumpleaños de la princesa.
  El proyecto corrió a cargo del arquitecto Francisco Javier de Mariategui (1775-1844), quien concibió una gran columna con pedestal, a modo de hito, todo ello en estilo neoclásico. Contó con la colaboración del escultor José de Tomás (1795-1848), en las labores decorativas, además del cantero José Arnilla y del broncista Eugenio Alonso.
Grabado del siglo XIX, donde puede verse la fuente
 con su primitiva fisonomía.
La columna con pedestal ideada por Mariategui fue instalada en el centro de un pilón circular, flanqueada por dos esfinges de bronce con surtidores en la boca, que fueron hechas por José de Tomás en 1838.
Como se ha dicho, su elemento más destacado es la columna. Está asentada sobre una basa toscana y tiene integrado, en su parte intermedia, un cubo de piedra, cuyas cuatro caras están decoradas con relieves de bronce, con el sol, la luna y dos coronas de laurel.  Este último cuerpo queda recorrido por una cornisa moldurada, sobre la que descansan, en los lados mayores, dos grupos escultóricos, cada uno de ellos con dos amorcillos sosteniendo un blasón. Carece de capitel y, como remate, hay instalada una estrella polar, que simboliza la capacidad de guía de la princesa Isabel.
        La fuente en 1969, recién instalada
             en el Parque de la Arganzuela.


Uno de los amorcillos es el escudo real y el otro reproduce las armas de la Villa de Madrid, con el oso y el madroño a la derecha y un dragón rampante a la izquierda.
El monumento mide cerca de veinte metros de altura, de los cuales aproximadamente nueve corresponden a la columna. Combina diferentes tipos de piedra, como la caliza blanca, el granito rojo y el granito gris, lo que le confiere una gran variedad cromática.

A estos tonos se añaden los matices marrones de la estrella polar y de los relieves de bronce, además del color negro con el que están pintadas las esfinges situadas a los pies de la estructura.
   Inicialmente se pensó en colocarlo en el Paseo del Cisne (actual Calle de Eduardo Dato), pero esta idea se desestimó. No fue la única variación que se hizo sobre la marcha, pues también se transformó el concepto original del propio monumento, al incorporarle una fuente.
Después de cinco años de obras, el monumento fue levantado en el Paseo de la Castellana y más en concreto, en lo que hoy se corresponde con la Glorieta de Emilio Castelar.
  Asi permaneció hasta 1869, que se sustituyo el pilón por una zona ajardinada y el traslado de las esfinges a la entrada del Estanque Grande del Parque de El Retiro.

  En 1906: el monumento fue sencillamente retirado y su lugar ocupado por el actual grupo escultórico de Emilio Castelar, realizado por el célebre Mariano Benlluire (1862-1947.
  Ocho años después, en 1914, la Fuente Castellana fue rescatada del olvido y, debidamente recompuesta, fue llevada a la Plaza de Manuel Becerra, donde volvió a ser la fuente que fue en sus orígenes. No sólo se reconstruyó el pilón circular que le servía de base, sino que también regresaron las esfinges decimonónicas.
  En 1969 la reordenación del tráfico llevada a cabo en la citada plaza motivó un nuevo traslado, esta vez al Parque de la Arganzuela. Aquí fue embellecida con un impresionante estanque, de más de 100 metros de largo y casi 60 de ancho, sobre el que emergían distintos surtidores de agua. 
  La reciente remodelación del Parque de la Arganzuela, donde fue trasladada hace 42 años, muy lejos de su primer emplazamiento en el Paseo de la Castellana, ha supuesto la eliminación de elementos que, como los vasos, los estanques o los juegos de agua, son característicos de toda fuente.

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