domingo, 8 de enero de 2017

¡Manda huevos! Señor Trillo, señor Rajoy.

Teresa Hernández, la mujer que consiguió llevar a Federico Trillo ante los tribunales   No entiendo cómo a la altura de la película me pueden seguir sorprendiendo acciones, palabras, gestos y declaraciones, como las que hemos escuchado sobre el informe del  accidente del Yak-42.
  A la habitual hipocresía, falsedad, soberbia y altanería de los dirigentes del Partido Popular, cuando son preguntados por casos sucios en los que se ve envuelto el propio partido o alguno de sus principales dirigentes, hay que unir la falta de sensibilidad y moral para con los familiares de las víctimas del desgraciado accidente. 
   El señor Trillo, ministro de Defensa en aquellos momentos,
Resultado de imagen de imagenes del yak-42los diversos responsables del Partido Popular y, sobre todo, el señor Rajoy como Presidente del Gobierno y responsable máximo del Partido Popular han intentado minimizar el informe aduciendo que el suceso se produjo hace mucho tiempo, que a los familiares ya se les indemnizó debidamente, que las urnas lo curan y lo pagan todo,  que se actuó convenientemente y un larga retahíla de frases hechas y salidas programadas ante preguntas incómodas. 
   Lo que olvidan estos señores y señoras, para los que todo vale y todo es posible con tal de mantenerse en los sillones, es que detrás del informe del Consejo de Estado, de los intereses partidistas, de la luchas internas en el propio Partido Popular, están las víctimas y los familiares.
  Víctimas que jamás volverán a ver, oír o acariciar a sus seres queridos, por culpa de un accidente que se podía haber evitado.
  Familiares que solo entienden del dolor que sufrieron y siguen sufriendo por la falta de sus seres queridos, muertos en un accidente que jamás debió producirse y las posteriores actuaciones de un Gobierno y un ministro de Defensa en la investigación y reconocimiento de los muertos.
   
   El señor Trillo y  el señor Rajoy, principal mecenas del embajador en el Reino Unido, se olvidan de que los muertos no tienen fecha de caducidad, que las responsabilidades morales no prescriben.
  Quien se empecina en dar por bueno algo que no lo es se convierte inmediatamente en cómplice del acusado.     

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