Ya existía en el 1830 como tal. Su primer dueño conocido fue el picador Colita que la compró en torno a 1870, más tarde la vendió al matador de toros Cara Ancha.
En 1884 fue adquirida por Antonio Sánchez Ruiz, comerciante de vinos, originario de Valdepeñas, que le dió el nombre que conserva actualmente. Sánchez quiso ser torero, y tomó la alternativa en 1922. Se retiró en 1929 cuando las cornadas, más de 20, pudieron más que su afición. Fue amigo del pintor Ignacio Zuloaga que estableció en la taberna la sede de una de sus tertulias y en la que realizó exposiciones.
Sus torrijas fueron tan famosas que el rey Alfonso XIII y su familia las solían tomar para desayunar. Fueron asiduos visitantes Pío Baroja, Sorolla, Cossío o Antonio Díaz-Cañabate, que se inspiró en esta casa para escribir Historia de una taberna de 1944. En ella evoca el Madrid de su juventud, a principios del siglo XX.
Su hijo Antonio continuó con el negocio, cuenta Carlos Osorio que Lola, hermana de Antonio Sánchez hijo, regentó el negocio hasta 1979, año en que se jubiló Tasio, el encargado. La taberna estuvo a punto de desaparecer. Afortunadamente, algunos madrileñistas como Luis Carandell, José Luis Pécker y otros, unieron sus esfuerzos y lograron su reapertura. Hoy la regenta Curro, que ha sido torero antes que tabernero.
La taberna de Antonio Sanchez también es conocida como la Taberna de los Tres Siglos.
Visitar la Taberna de Antonio Sánchez es como viajar al pasado. Multitud de detalles nos recuerdan otros tiempos, desde sus baldosas, su bonito mostrador de madera y zinc, el grifo de cerveza o la luz de gas que todavía conserva.
En cuanto a la comida, los callos, caracoles, rabo de toro, cocido madrileño, olla gitana, croquetas y torrijas son sus especialidades.
El establecimiento es grande, con mesitas bajas para picar y restaurante.
Personalmente diría que el ambiente que te envuelve en este local, tapa de alguna manera algunas carencias que tiene.
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