Digerido tanto arte y espiritualidad desde la anterior visita, ahora me atrevo en silencio a rodear el templo, a contemplar la portada anterior y la posterior.
Hoy si, desde cerca, pudiendo tocarla, saboreando cada escultura, cada hoja, cada animal, cada pliegue. Es tal la grandiosidad de la obra que todavía no me atrevo a traspasar el umbral de la puerta.
Podría hacerlo, pero siento que la preparación iniciática no esta culminada y que si entro en el templo ahora, un ser de luz salga a mi encuentro y me destierre de la gloria para siempre.
Fotografía: J Ruiz
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