Vuelve a Roma en el año 68 y desarrolla una brillante y reconocida carrera de veinte años como abogado y profesor de retórica en la Roma de Vespasiano, Tito y Domiciano. Abrió una escuela pública de retórica que obtuvo un gran éxito. Le fue encomendada la educación de los sobrinos de Domiciano y los hijos de la emperatriz Domitilla.
Su fama proviene sin embargo de ser el mejor profesor de retórica del mundo antiguo junto a Isócrates. En esta materia alcanzó un prestigio tal que se le nombró profesor oficial de la materia con retribución pública.
“No es tan dañoso oír lo superficial como dejar de oír lo necesario.”
“Condenan lo que no entienden.”
“La ambición, aunque es en sí misma un vicio, frecuentemente es madre de virtudes.”
“Allí donde el arte hace demasiada ostentación, parece que falta la verdad.”
“Algunos hablan demasiado, pero sin decirlo todo.”
“Al mentiroso conviénele tener memoria.”
“Preferí perder un amigo que dejar de decir una frase ingeniosa.”
“A eso que algunos llaman libertad, otros llaman licencia.”
“Excusamos nuestra pereza, so pretexto de la dificultad.”
“El que parece sabio entre los tontos, parece tonto entre los sabios.”
“Nada es más peligroso para el hombre que un rápido cambio de estado.”
“Rara cosa es el respeto a sí mismo.”
“Del maldiciente al malhechor sólo media la ocasión.”
“La conciencia vale por mil testigos.”
“El que miente necesita tener buena memoria.”
“Aunque la ambición sea un vicio, no obstante, a menudo es causa de virtud.”
“El que pretende pasar por sabio entre los necios, pasa por necio entre los sabios”
“Debemos ser modestos y circunspectos en nuestros juicios acerca de tan eminentes hombres, para no caer en el común error de condenar aquello que no entendemos.”
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