sábado, 23 de diciembre de 2017

Pensamientos de Mao Zedon

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Nace en Shaoshan, Hunan en 1893 y muere en Pekín en 1976. Fue el máximo dirigente del Partido Comunista de China (PCCh) y de la República Popular China. Bajo su liderazgo, el Partido Comunista se hizo con el poder en la China continental en 1949, cuando se proclamó la nueva República Popular, tras la victoria en la Revolución china contra las fuerzas de la República de China. La victoria comunista provocó la huida de Chiang Kai-shek y sus seguidores del Kuomintang a Taiwán y convirtió a Mao en el líder máximo de China hasta su muerte en 1976.

En el plano ideológico, Mao asumió los planteamientos del marxismo-leninismo pero con matices propios basados en las características de la sociedad china, muy diferente de la europea. En particular, el comunismo de Mao otorga un papel central a la clase campesina como motor de la revolución, planteamiento que difiere de la visión tradicional marxista-leninista de la Unión Soviética, que veía a los campesinos como una clase con escasa capacidad de movilización y adjudicaba a los trabajadores urbanos el papel central en la lucha de clases.

La etapa de gobierno de Mao estuvo caracterizada por intensas campañas de reafirmación ideológica, que provocarían grandes conmociones sociales y políticas en China, como el Gran Salto Adelante y especialmente la Revolución Cultural, momento en el que su poder alcanzó las cotas máximas al desarrollarse un intenso culto a la personalidad en torno a su figura. Aún hoy en día, el papel histórico de Mao está rodeado de una gran controversia. Años después de su muerte, en 1981, el Partido Comunista de China publicó un análisis oficial sobre la responsabilidad de Mao en los problemas sociales y económicos derivados de sus políticas, en el que se le achacaban errores graves, aun cuando se reconocía su papel como gran líder revolucionario y artífice de la subida al poder del Partido Comunista. Desde entonces, el Partido Comunista de China ha mantenido esta valoración histórica de Mao como un gran líder, fuente de legitimidad del propio partido, que sin embargo habría cometido algunos errores graves.




Hay que luchar y seguir luchando aunque solo sea previsible la derrota.

La crítica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos.

Vivir no consiste en respirar sino en obrar.

La acción no debe ser una reacción sino una creación.

Para corregir un error, hay que sobrepasar los límites justos: de otra manera, el error no será corregido.

Todos los imperialistas son tigres de papel, parecen poderosos pero en realidad no lo son tanto, es el pueblo el que es realmente poderoso.


El poder nace del fusil.

El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro.


¿Quienes son tus enemigos? ¿Quienes son tus amigos? Esta es la pregunta más importante para la revolución.


Para decirlo con toda franqueza, en todas las aldeas se necesita un breve período de terror.



Nunca debemos sentirnos satisfechos con nuestro éxitos. Debemos refrenar la autosatisfacción y criticar constantemente nuestros defectos al igual que nos lavamos la cara y barremos el suelo diariamente para quitar el polvo y mantenerlos limpios. 


“Los únicos que ansían la guerra y no quieren la paz son los grupos del capital monopolista del puñado de países imperialistas que se enriquecen con la agresión.” 


“Si luchas por lo que crees, aunque fracases, habrás vencido” 

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Luchar, fracasar, volver a luchar, fracasar de nuevo, volver otra vez a la luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, y él tampoco marchará jamás en contra de ella. 

Hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan pausada y fina, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. 

Los que tienen experiencia en el trabajo práctico deben estudiar la teoría y leer a conciencia. Sólo así podrán sistematizar y sintetizar sus experiencias para elevarlas al nivel de la teoría, y no tomarán sus experiencias parciales por verdades universales, ni caerán en el error del empirismo. 


Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos. 

En tiempos difíciles, debemos tener presentes, nuestros éxitos, ver nuestra brillante perspectiva y aumentar nuestro coraje. 

Quien no ha investigado no tiene derecho a hablar. 

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