sábado, 17 de marzo de 2018

Campanas. La campana gorda de Toledo

Campana Gorda de Toledo, antes de su restauración Fue fundida por Alejandro Gargallo en 1755 por orden del cardenal Borbón. Sus medidas son: 2,29 metros de altura, 9,17 de circunferencia, y 2,93 de diámetro. El peso, entre 7.500 y 14.000 kilos, según la fuente que se consulte.
   Para pesar el mental empleado en su fundición se mandó hacer una romana capaz de pesar hasta 141 arrobas. Fue bendecida por el obispo auxiliar Andrés Núñez que renunció a cobrar el estipendio que le correspondía por oficiar en la ceremonia; en vista de ello el cabildo le obsequió con un bote de tabaco y seis pañuelos.
La inmensa campana, con su enorme grieta
  La subida a la torre fue laboriosa, un vecino de Toledo llamado Manuel Maldonado hizo cuatro maromas y dos cuerdas de cáñamo que pesaron cerca de dos mil kilos. La operación de subida al campanario entre la natural expectación de los toledanos congregados en la plaza del Ayuntamiento se hizo de la siguiente manera: desde la casa número 5 de la cuesta de San Justo donde la había fundido el maestro Gargollo – por eso se llamó desde entonces la “casa de la campana”- fue arrastrada al pie de la torre junto a la puerta de las Palmas: “el día 30 de septiembre de 1755 – dice el narrador que firma su trabajo con las iniciales C.F.- después de siete días invertidos en el arrastre desde la cuesta de San Justo a la plazuela del Ayuntamiento, se subió y fue convenientemente dispuesta tal y como ahora se encuentra y con tanta seguridad y lucimiento dirigió estas operaciones el alférez de fragata don Manuel Pérez que con esta comisión vino a Toledo acompañado de tres guardianes de navío y veintidós marineros que fueron espléndidamente regalados con un refresco y ricos presentes, cada uno según su categoría. Para subir la campana a la torre hubo de construirse una gran rampa y sobre ella algo así como una vía con dos carriles sobre la que deslizaba una plataforma sobre la que se montó la campana; mediante una garrucha o polipasto subía lentamente arrastrada por varias parejas de bueyes.
Campana Gorda Catedral de Toledo   Para que pudiese entrar en el campanario hubo que deshacer el muro que separa dos de las rejas laterales después reconstruido.
  Narra la tradición que la primera vez que se hizo sonar se oyó a kilómetros de distancia y numerosos vidrios de ventanas de Toledo se rompieron por la intensa vibración.
  Dos meses después la campana se quebró cuando anunciaba la fiesta patronal de Santa Leocadia:   
   Así pues, la campana permanece quebrada desde el principio de su ubicación en la torre. Sin embargo, hasta los años 60, con los últimos campaneros, la campana se tocaba, mediante la palanca articulada y el badajo de hierro interior.
  En 1992 la campana era tañida exclusivamente con un mazo motorizado exterior, probablemente el mismo que aún existe en la actualidad, de escasas dimensiones para tan colosal campana (como referencia el diámetro de la bola debería ser igual o algo superior al grosor del labio).
   La grieta de 1.5 m esta limada para que no vibre. Sin embargo en la parte inferior, cercana al borde, hay insertados algunos tornillos modernos, quizás en un intento de unir en frío ambos lados de la rotura, tecnología aplicada para reparar, en alta mar, los motores de los barcos, que se empezó a aplicar en campanas, con resultados sonoros negativos.
   En el suelo está el famoso badajo de bronce, fundido también por GARGOLLO que tiene escrito, en la parte superior “FRANCO / GONZA” , que tal vez corresponda a un visitante.

Campana Gorda de la Catedral de Toledo, por David Utrilla 2017

Sobre la rotura, La experta Web “campaners.com” afirma sobre la enorme rotura que tiene “la Gorda”:


“Pensamos que la campana, que requirió esfuerzos inauditos para su fabricación, salió mala desde el principio y que incluso el “pelo”, la finísima grieta que luego se convirtió en la gran raja actual, pudo estar presente en el momento de las primeras pruebas en el taller. Precisamente esos grandes defectos pudieron ser la causa del retraso de la subida de la campana, que estuvo en torno a los dos años. Es sugerente, para confirmar nuestra propuesta, que se fabricó en aquel momento un badajo de bronce, adecuado al gran tamaño de la campana. Es habitual hoy, entre los fundidores centro europeos, instalar badajos con la bola de bronce (aunque la caña sea de acero, más flexible y económica) para mejorar el sonido de campanas poco afortunadas, incluso en campanas de hierro o las cascadas ligeramente. El bronce contra bronce dulcifica el sonido reforzando los armónicos más graves y bajos, mientras que el golpe se convierte en más potente y se acompaña de armónicos más agudos en el caso de ser el badajo de hierro dulce. En cualquier caso debe ser de un material menos duro que la campana, para que la lengua se desgaste y no el bronce, más difícil de reparar o reponer.
  En consecuencia todo apunta a que la campana, de extraordinarias dimensiones y de cuidados acabados, fue dotada de un badajo de bronce para tratar de mejorar un sonido bronco, debido a defectos de fundición. El enorme esfuerzo, económico y temporal que supondría repetir el proceso pudo justificar, por una parte, el retraso en decidirse a subirla, y por otra parte la dotación de un badajo de bronce para tratar de mejorar, mínimamente, la defectuosa sonoridad de la gran campana.”

Mis campanas:


Guadalupe

Roncesvalles

Asturias


Londres
 
Barcelona

La Granja

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