Cuenta la leyenda que una madre desesperada andaba por el camino de Amagar. Esta senda es la une Tijarafe con Los Llanos de Aridane, pasando por el santuario de las Angustias.
La madre buscaba salud para su pequeño hijo, que estaba muy enfermo. Al llegar a la cima y cuando comenzó a bajar por el desfiladero hacia el valle, el viento y la lluvia le apagaron el farol que portaba, madre e hijo se quedaron en una intensa oscuridad.
De repente fue a darse de bruces con un madero de pino en forma de cruz, soltando al niño, la arrancó, la despedazó e hizo una antorcha que alumbraba el camino como si fuera de día.
Continuó bajando por el sendero, sosteniendo con ternura entre los brazos a su niño, prodigándole miles de caricias y mimos. Entre sollozos, la mujer repetía en voz baja el lamento "¡mi niño!, ¡mi niño!...".
Aquel bebé, sanó. Noches más tarde la madre cogió una nueva y pesada cruz, saliendo de su casa a cumplir su secreta promesa. Caminó por la misma vereda y donde había arrancado la cruz colocó la nueva y comenzó a bajar por el penoso camino hasta encontrase con una luz en forma de cruz que la deslumbró y la hizo postrarse de rodillas.
Retumbó el eco de sus llantos y súplicas clamando perdón y, en ese mismo momento, escuchó una dulce, próxima y tierna voz, que le dijo:
"Mujer, conozco tu pena y tu pecado; tu hijo llora tu ausencia, vete con él. Tu promesa está cumplida".
Quiso sentir y sintió que esta voz era la de la Virgen de las Angustias, otra madre que perdió a su hijo por no hallar, en su súplica a los hombres, el remedio de la comprensión.
Quiso sentir y sintió que esta voz era la de la Virgen de las Angustias, otra madre que perdió a su hijo por no hallar, en su súplica a los hombres, el remedio de la comprensión.
Desde esos tiempos lejanos cuentan que comenzó a verse en las laderas de Amagar un fulgor que llamaron "la luz de El Time", errante y a la espera de servir de guía a caminantes. Nadie recuerda ni el año ni el nombre de la desesperada madre, pero hoy su cruz sigue rematando la cima de aquel penoso camino.
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