jueves, 2 de agosto de 2018

Leyendas. La cuélebre. Souto

Resultado de imagen de Cuélebre imagen  La aldea de Suto no era ni muy grande, 
ni muy pequeña, lo justo para ser un buen lugar donde vivir. 
 Un día la paz con la que se vivía en Suto, fue rota por los silbos terroríficos silbos de un Cuélebre. Las pobres gentes echaron a correr para refugiarse en sus casas, no todos lo consiguieron, el que menos corrió fue devorado en un pispas.

  Alarmados y sabiendo que una vez que un cuélebre se instalaba cerca de una aldea ya no la abandonaba, decidieron reunirse con los ancianos para que en asamblea se tomara una determinación y acabar con el problema. 
 Reunido el pueblo en el ayuntamiento, empezaron las deliberaciones. Al principio todos hablaban al mismo tiempo pues el miedo los tenía alborotados, pero el más anciano de la aldea puso orden y preguntó a los concurrentes si alguien sabía cual era la mejor manera de matar al Cuélebre.

 Delmiro dijo que él había oído contar que sólo tenía un punto débil, la garganta y que la noche de San Juan era el mejor momento para atacarlo pues esa noche los cuélebres se quedaban un poco adormilados. Aquello parecía una buena solución, pero la noche de San Juan estaba lejos y ¿qué harían hasta entonces?.

 Nuevamente se montó un alboroto hasta que Cundo, que normalmente no hablaba mucho, propuso que lo mejor era disparar una flecha dirigida a la garganta del Cuélebre y el problema estaría terminado. No parecía descabellada la idea, pero, ¿quién sabía disparar una flecha?, los habitantes de la aldea lo único que sabían disparar eran piedras para espantar a los pájaros que atacaban los sembrados por lo que ¿quién tiraría las flechas entonces?. Después de acaloradas discusiones, el más anciano propuso lo siguiente: Todos los días se fabricaría una boroña enorme que se le entregaría al Cuélebre para que al estar bien alimentado no se comiera a nadie más y entre tanto todos los hombres del pueblo, jóvenes o viejos, debería de proveerse de un arco y flechas y practicar todos los días y el que demostrara más habilidad, sería el elegido para matar al monstruo. La idea fue acogida con entusiasmo y todos se marcharon ilusionados para comenzar estas nuevas tareas.
cuelebre La fabricación de la boroña no supuso ningún problema que no fuera su gran tamaño y todos los días cuatro aldeanos salían al camino que conducía al bosque y gritando a pleno pulmón decían:

“Abre la boca, culebrón
que ahí te va el boroñón”

Pero lo del arco y las flechas ya era otro cantar, con tantos ensayos no quedó pita, gocho, perro o algún que otro aldeano que no probaran la medicina que se le intentaba dar al Cuélebre, hasta tal punto, que los aldeanos ya casi preferían tener de vecino a este que a los improvisados arqueros. Visto que el tema arco y flecha no sería la solución, sino más bien otro problema añadido, el más anciano volvió a convocar a los vecinos para cambiar la estrategia y fue entonces cuando Céfero, el herrero, propuso que se buscara una piedra grande que tuviera la forma de la boroña y que calentándola al fuego le fuese entregada al Cuélebre en lugar del pan.
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  Dicho y hecho, cuando la piedra estaba bien caliente, llamaron al Cuélebre y se la dieron a comer. Este al sentir que su garganta se quemaba, lanzó un terrible bramido y a toda prisa se dirigió al mar para que el agua enfriara la piedra que le estaba abrasando y allí se quedó para siempre pues es el lugar en donde se quedan cuando se hacen viejos o se mueren y de esta forma la aldea se vio libre de él.

  Una cosa queda por decir, los cuélebres tienen sus obligaciones como todo el mundo, normalmente cuidan los tesoros y vigilan a las Xanas, por eso la gente está segura que allí donde habite un cuélebre, fijo, fijo que hay un tesoro o una Xana prisionera.

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