domingo, 4 de noviembre de 2018

Pensamientos de Diógenes el Cínico. II Entrega


“Las mordeduras más peligrosas son las del calumniador entre los animales salvajes y las del adulador entre los animales domésticos.” 

“Los malvados obedecen a sus pasiones, como los esclavos a sus dueños.” 

“Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mi.” 

“Un pensamiento original vale mil citas insignificantes.” 

“Prefiero no tener más que sal para lamer en Atenas, a cenar como un príncipe en la mesa de Cratero.” 

“Otros perros sólo muerden a sus enemigos, mientras que yo también muerdo a mis amigos con el fin de salvarlos.” 

“Para casarte, cuando joven es temprano y cuando viejo es tarde.” 

“La envidia es causada por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos poseer nosotros.” 

“Un hombre debe vivir cerca de sus superiores como cerca del fuego: ni tan cerca que se queme ni tan lejos que se hiele.” 


“Cuando estoy entre locos me hago el loco.” 







Diógenes de Sinope (en griego Διογένης o Diogenes o Sinopeus), también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sinope, una colonia jonia del mar Negro,1​ hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C

Diógenes fue exiliado de su ciudad natal y se trasladó a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él). Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continuó con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

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