Cuenta la leyenda que a principios del siglo XI, Ximén Blázquez prestigioso caballero cristiano, con gran protagonismo en la reconquista, le fue raptada la mujer de unos de sus hijos, de nombre Nalvillos, en las cercanías de Ávila cuando iba de romería el día de San Lorenzo, durante una algarada de los moros talaveranos.
Nalvillos, ante el agravio infligido solicitó cincuenta caballeros que le acompañaran y al llegar a la Atalaya de Segurilla, les pidió que se escondieran y sólo salieran en su rescate si escuchaban una bocina.
El joven se cambió de ropa, cortó hierba, entró en la villa simulando querer venderla y llegó hasta la alcazaba donde su mujer permanecía después de haberla tomado el gobernador militar árabe como esposa.
Estando asomada a una ventana, la mujer le reconoció e hizo que pasara al interior, donde le advirtió del peligro de muerte que corría si era descubierto. Pero el joven caballero le insistió en el gran amor que la profesaba y entró en el interior de la alcazaba. Su esposa le escondió en su habitación.
En esto llegó el gobernador árabe, ella le preguntó sobre el premio que daría a la persona que le entregase a Nalvillos, su mayor enemigo cristiano en el campo de batalla. A lo que el gobernador contestó que le otorgaría la mitad de las tierras y riquezas de su señorío. Atraída por la oferta traicionó a su marido y lo entregó.
Una vez apresado, el gobernador preguntó a Nalvillos qué tipo de muerte daría a su mayor enemigo si, como era el caso, le tuviese en su poder, y le respondió que lo quemaría en el lugar más elevado de la ciudad con la concurrencia de todo el mundo después de pregonarlo. Esto mismo ordenó hacer el gobernador árabe.
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