miércoles, 19 de diciembre de 2018

¡Ya esta bien! ¡Basta de hipocresía!

     ¡Basta de hipocresía! ¡Basta ya!

  Han asesinado a Laura, una joven que llegó, hace tan solo unos días a un pueblo de cuyo nombre mejor no acordarse, 
 Un pueblo de 2.000 habitantes donde todo el mundo se conoce y se sabe de pe a pa la vida de cada vecino. Todos, menos Laura, ella acababa de llegar. 
   Laura, pobre mía, desconocía que la casa que alquilaba a prisa y corriendo estaba frente a la de un asesino que acababa de salir de la cárcel.               Laura no sabía nada, pero ¿lo desconocía el pueblo? ¿El propietario de la casa alquilada la advirtió del peligro?  ¿Por qué estaba la casa vacía? ¿Alguien del pueblo hubiera permitido que su hija viviera  allí sola? 
    El pueblo era consciente de los riesgos que entrañaba aventurarse a vivir en semejante casa. En los pueblos se sabe todo.
  Ahora pueden llorar, gritar asesino, guardar minutos de silencio y tener pena. Ya es tarde. Laura está muerta y eso no lo puede cambiar nada ni nadie.
Resultado de imagen de ni una mas    A lo mejor, si días antes alguien no hubiera callado, si algún alma caritativa hubiera avisado del peligro, si el miedo no hubiera atenazado las gargantas, Laura podría estar viva. Pero está muerta.
    Los silencios, los miedos hacen que haya que tragarse la rabia, apretar los puños de impotencia y esperar los próximos silencios y a la siguiente inocente puesta a los pies de cualquier asesino.

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