viernes, 26 de julio de 2019

Pensamientos de Mariano José de Larra. II Entrega

Mariano José de Larra (Museo nacional del Romanticismo de Madrid).JPG  Mariano José de Larra y Sánchez de Castro nació en Madrid el 24 de marzo de 1809 y falleció en Madrid el  13 de febrero de 1837.
  Escritor, periodista y político. Es considerado, junto con Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro, la más alta cota del Romanticismo literario español.


Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.



Hay cosas que no tienen solución, y son las que más.



Generalmente, se puede asegurar que no hay nada más terrible en la sociedad que el trato de las personas que se sienten con alguna superioridad sobre sus semejantes.Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta.


La diferencia que existe entre los necios y los hombres de talento suele ser sólo que los primeros dicen necedades y los segundos las hacen.



Hay algunos hombres que no dicen lo que piensan y otros que piensan demasiado lo que dicen.



Las circunstancias… palabras vacías de sentido con que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos.



La modestia no es otra cosa que el orgullo vestido de máscara.



Ley implacable de la naturaleza: o devorar, o ser devorado. Pueblos e individuos, o víctimas o verdugos.



Los autores han dicho siempre en sus prólogos y se lo han llegado a creer ellos mismos, que escriben para el público; no sería malo que se desengañasen de este error. 



Los no leídos y los silbados escriben evidentemente para sí; los aplaudidos y celebrados escriben por su interés, alguna vez por su gloria; pero siempre para sí.



Los madrileños se acercan al circo a ver un animal tan bueno como hostigado, que lidia con dos docenas de fieras disfrazadas de hombres.



Los amores más duraderos son aquellos en que uno de los dos amantes es extraordinariamente celoso.


Muchas cosas me admiran en este mundo: esto prueba que mi alma debe pertenecer a la clase vulgar, al justo medio de las almas; sólo a las muy superiores, o a las muy estúpidas, les es dado no admirarse de nada.



Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Quién ha muerto en él? Leamos. ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!

¿No se lee en este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee? Esa breve dudilla se me ofrece por hoy, y nada más. Terrible y triste cosa me parece escribir lo que no ha de ser leído.

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