El edificio histórico llamado la Casa de las Siete Chimeneas encierra una vieja leyenda conocida en la ciudad desde el siglo XVI y habla de un crimen y un fantasma.
Cuenta la leyenda que esta casa se construyó para servir de morada a la hija de un montero de Felipe II, de quien se dice que fue amante en secreto. La joven se llamaba Elena y poseía una extraordinaria belleza que cautivó al hijo de Carlos I cuando aún era príncipe.
Hoy la Casa de las Siete Chimeneas está en el barrio de Chueca, asomando a la Plaza del Rey, en el siglo XVI era una casa de campo rodeada de huertas y jardines en el límite de la ciudad.
El caso es que la joven Elena, que carecía de la nobleza necesaria para emparentar con la realeza, casó con un capitán del ejército del Rey llamado Zapata. Poco después del enlace Zapata tuvo que partir a la guerra en Flandes contra las tropas francesas, donde participó en la famosa batalla de San Quintín.
El capitán murió en combate y la joven viuda quedó desolada por la tristeza. Apenas comía ni dormía y su aspecto se deterioró considerablemente entre lágrimas y lamentos. Finalmente murió de pena, pero algunos afirmaron que antes del fatal desenlace dio a luz a una niña de la que no se supo nada.
El asunto se complicó cuando los sirvientes afirmaron que en realidad Elena no había muerto de pena sino asesinada, porque habían descubierto en su cuerpo varias marcas de cuchillos. Por eso empezaron a circular rumores que relacionaban la muerte de la joven con el Rey, que había sido su amante y tal vez trataba de ocultar una relación de la que había nacida una supuesta hija por evitar futuros problemas sucesorios.
Pero a quien se acusó formalmente del crimen fue al padre de Elena, quien fue interrogado formalmente. Poco después el cuerpo sin vida del padre apareció colgando de una cuerda sujeta a las vigas de la Casa de las Siete Chimeneas.
Las autoridades ordenaron entonces investigar más a fondo la muerte de Elena, pero el cadáver ya había desaparecido. Nadie sabía dónde podía estar y se pensó que quizá fue ocultado en las paredes del edificio o enterrada en sus jardines. Una búsqueda exhaustiva por la propiedad fue infructuosa y finalmente el cuerpo se dio por desaparecido.
Años más tarde, cuando el revuelo por los crímenes había cesado, un hombre afirmó haber visto por la noche una figura deslizándose sobre el tejado entre las chimeneas de la casa. Se trataba de una mujer vestida de blanco que llevaba una antorcha en una mano y que con la otra señalaba hacia el Alcázar, morada del rey Felipe. Esta aparición se confirmó posteriormente por otros que pasaron por allí durante los meses posteriores.
¿De quién se trataba? Para unos la figura era nada menos que el fantasma de Elena, que reclamaba justicia y acusaba al Rey de su muerte y de la desaparición de su cadáver. Otros dijeron que en realidad era la hija de Elena, nacida poco antes de la muerte de su madre y que fue criada como huérfana a pesar de que su verdadero padre era el propio Felipe II. Pero quizá por el morbo de la historia, la opción que se impuso fue la del fantasma.
La casa contó en el siglo XIX con una importante reforma y entre sus paredes se hallaron los restos de una mujer fallecida tres siglos atrás.
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