Matías Lacasa, industrial afincado en Madrid, obtiene en 1873, por parte de la Oficina de Patente la exclusiva de la fabricación del pan de Viena en la capital durante diez años.
La introducción de este tipo de pan suponía una novedad en España. Se trataba de un pan más fino que el candeal, que era el de consumo habitual, y pronto se convirtió en un “pan de lujo” que tuvo gran aceptación.
Con dicho privilegio bajo el brazo, Matías Lacasa y su esposa, Juana Nessi, pusieron una tahona en la actual calle de la Misericordia, que era conocida entonces como de Capellanes porque ahí estaba la residencia de los capellanes de la Casa Real. Así, el público de Madrid iba a comprar el pan de Viena a Capellanes y de ahí le quedó el nombre para toda la vida.
Con dicho privilegio bajo el brazo, Matías Lacasa y su esposa, Juana Nessi, pusieron una tahona en la actual calle de la Misericordia, que era conocida entonces como de Capellanes porque ahí estaba la residencia de los capellanes de la Casa Real. Así, el público de Madrid iba a comprar el pan de Viena a Capellanes y de ahí le quedó el nombre para toda la vida.
Dado que el matrimonio no tenía hijos, cuando el industrial murió, su mujer decidió llamar a sus sobrinos, Pio y Ricardo Baroja, para que la ayudaran a seguir con el negocio. Y así fue durante algunos años en que, a pesar de las dificultades económicas y de la diversidad de intereses de los dos hermanos, la empresa salió adelante y se abrieron varias sucursales.
A este gran progreso contribuyó en gran medida un joven aprendiz, Manuel Lence. Manuel llego a la capital caminando desde su Galicia natal en busca de fortuna. Su empeño y resolución fueron decisivos, finalmente los Baroja, sabiendo que el negocio quedaba en buenas manos le dieron la oportunidad de convertirse en propietario.
Manuel Lence compró el negocio poco a poco y fue trayéndose a sus cinco hermanos desde Miranda para que trabajaran con él. Una vez dueño de la tahona y de algunas de las sucursales que ya estaban abiertas como la de Preciados, hoy desaparecida.
Los Lence se convirtieron en auténticos empresarios, tomando arriesgadas iniciativas, como la de subarrendar algunas de las tiendas en un sistema similar al de las actuales franquicias. También introdujeron panes especiales para enfermos y diabéticos, chocolates, café, fiambres y toda una gama de pastelería que se convirtió en protagonista de los famosos salones de té y del Café Viena, abierto en 1929.
Para entonces, la empresa ya contaba con 16 sucursales y con coches (incluso unos bellísimos autogiros) con los que realizaba el reparto a domicilio. Entre sus clientes estaban los mejores hoteles y la mismísima Casa Real y distribuían también en otras provincias algunos de sus productos, como el pan de gluten.
La Guerra Civil, dejó seriamente dañada a Viena Capellanes, que durante los duros años de la postguerra se fue reconstruyendo con las lógicas dificultades de aquellos difíciles tiempos, aunque logrando mantener una importante estructura comercial y productiva.
Poco a poco se reformaron establecimientos, se abrieron más locales, se inauguró un obrador central, de manera que la obra comenzada en 1873 continua imparable 147 años después con actividades del siglo XXI como el Catering, el Servicio a domicilio, revolucionado en los ultimos años con la venta online, la presencia en las empresas con los "Corner Viena"
Toda esta actividad sin olvidarse nunca de la calidad de los productos y optimo trato a sus fieles clientes.
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