En el Museo del Prado, al lado de la puerta de Murillo, hay un patio interior, pequeño, cuadrado, fresco en el verano.
Un patio donde tomarte un café, mientras asientas las sensaciones de tu visita a la pinacoteca.
Pues allí, en el centro del patio hay una fuente con un brocal octogonal de mármol blanco, en cuyo centro se alza una columna rematada en lo alto con un peana de mármol, que parece esperar un jarrón o una estatua de los múltiples que seguro atesora el depósito del museo.
De cada cara de la columna aflora un surtido pdonde verter el agua lentamente sobre el vaso y llenar el patio con su suave sonido.
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