Al dar el segundo golpe al árbol apareció un mago quien luego de mirarlo fijamente y casi atormentarlo con su mirada le preguntó el porqué quería talar su castaño.
El hombre, humilde y sin intención de problemas le contó que el árbol era suyo, que estaba en sus tierras y que lo necesitaba para construir la casa de su hijo.
El mago, sin ofenderse le dijo que el árbol también era su casa y que la había heredado de sus antepasados, por esto no podía permitirle cortarlo.
Pero, explicó el hombre, no tengo dinero para comprar una viga y mi hijo necesita su casa, he cuidado de este árbol para que sirva a mi familia…no sé qué podemos hacer.
El mago, casi como flotando en el aire le respondió: te pido que lo cuides y no cortes mi árbol y a cambio te daré un barril de aceite.
Pero, dijo el hombre, con un barril de aceite no puedo comprar la viga para la casa de mi hijo… el Mago, respondió… un barril de aceite que no se vacíe nunca.
Si tu cuidas mi castaño, y esta noche llenas tu barril hasta la mitad con el mejor aceite que puedas conseguir, mañana por la mañana estará lleno. Recuerda siempre dejar el barril por la mitad, y al día siguiente el barril volverá a estar lleno, si lo haces así, no te faltará nunca el aceite.
El mago desapareció y el hombre, luego de pensar un rato a la sombra del castaño volvió a su casa, limpió el barril e hizo todo lo que el mago indicó… esa noche no pudo dormir, pero al día siguiente al ver que el barril estaba lleno, su alegría fue inmensa.
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