Guerra sanitaria sin paliativos

  A pesar de mi intención de no entrar en polémica y de haber suavizado la postura de este blog con respecto a la política, hoy no tengo más remedio que dar mi opinión sobre la situación que estamos viviendo y sufriendo. Vivir y sufrir, hoy es lo mismo. 

  Para mí, hoy 26 de agosto, estamos metidos de lleno en una guerra. Guerras hay de muchas formas, bacteriológica, cibernética, convencional, de las galaxias, fría... pues nosotros estamos en una guerra sanitaria. 

   Todas las guerras tienen en común algunas cosas. hay dos bandos enemigos, el objetivo es someter al contrario, siempre hay victimas, ambos lados tienen aliados a su causa. 

   La nuestra, la guerra sanitaria, tiene al COVID19 y a nosotros frente a frente. O él o nosotros. Aquí el final está en acabar con nosotros o acabar con él, no hay alternativa. En nuestro bando  ya llevamos casi un millón de muertos; en el suyo, la verdad, no lo sé y tampoco me interesa mucho. En esta guerra nosotros, la humanidad, disponemos como aliados de la distancia, la higiene y el aislamiento que nos pueden proporcionar las mascarillas, los guantes, las pantallas, los geles de alcohol o nuestros hogares. 

   El enemigo, el COVID19, dispone de la ayuda indispensable de los negacionistas, negocionistas, egoístas, descastados, rebeldes a toda causa, botelloneros, inmaduros,  infractores de toda norma o recomendación,  políticos miopes e interesados, en fin, traidores a la humanidad. 

    Con estas piezas en el tablero de ajedrez, tan solo podemos esperar la llegada de las vacunas, los antivirales y unos gobernantes a los que no les tiemble la mano, ni les importen los sillones para emplearse con rigor y dureza contra el enemigo y sus aliados. 
    En la guerra, ya se sabe, cualquier agujero es trinchera y el mejor enemigo es el preso o el muerto.