-Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen.
-Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
-Es defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad durante la bonanza.
-El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
-Cuanta más arena ha escapado del reloj de arena de nuestra vida, más claramente deberíamos ver a través de él.
-Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.
-La política no tiene relación con la moral.
-Un príncipe nunca carece de razones legítimas para romper sus promesas.
-Es defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad durante la bonanza.
-El vulgo se deja seducir siempre por la apariencia y el éxito.
-Cuanta más arena ha escapado del reloj de arena de nuestra vida, más claramente deberíamos ver a través de él.
-Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.
-La política no tiene relación con la moral.
-Quien desee éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos.
-Los hombres se conducen principalmente por dos impulsos; o por amor o por miedo.
-La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente.
-La habilidad y la constancia son las armas de la debilidad.
-Dios no quiere hacerlo todo, para no quitaros el libre albedrío y aquella parte de la gloria que os corresponde.
-No hay nada más importante que aparentar ser religioso.
-La mejor fortaleza que un príncipe puede poseer es el afecto de su gente.
-No son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos.
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