En plenas maniobras politicas para hacerse con la sucesión al trono de España, entre Borbones y Austrias (franceses e imperiales).
El conde de Oropesa, presidente del Consejo de Castilla, primer ministro del rey y afin a las tesis imperialistas, se convirtió en objetivo número uno de la candidatura francesa para deshacerse de él políticamente hablando.
El conde, responsable del abastecimiento de la ciudad de Madrid y las desastrosas cosechas de 1697 y 1698 agravaron la situación, ya complicada, con el precio del trigo por las nubes, la depreciación de los salarios reales y una tasa de desempleo disparada. El precio del trigo y del aceite se duplicó en abril de 1699.
Se descubrió que desde hacía varios meses la señora del conde de Oropesa estaba acaparando grandes cantidades de grano y aceite con la idea de provocar movimientos especulativos en el mercado que le reportarían suculentos beneficios económicos sin importarle los daños que pudieran provocar a la población. Los franceses tan solo tenian que airear y azuzar en pro de sus intereses.
En Madrid empezaron a aparecer pasquines y a cundir el malestar entre el pueblo, gatos como se les conoce. La atmósfera se iba calentando día a día.
El 28 de abril saltó la chispa. Un incidente en la Plaza Mayor entre una verdulera que se quejaba al corregidor, Francisco de Vargas, por el precio del pan y su mala calidad, y una respuesta soez del propio corregidor, acabó con la huida de éste refugiándose en una tienda o un monasterio, dependiendo de las versiones, ante la avalancha de piedras y otros objetos contundentes que le arrojaba la multitud al haberse considerado ofendida por su actitud.
El siguiente objetivo de la turba fue la casa del conde de Oropesa y al ver que no conseguían su objetivo, marcharon hacia el Alcázar Real, dando vivas al rey y mueras al conde y al corregidor, y exigiendo pan barato, la destitución de Vargas y el nombramiento de Francisco Ronquillo como nuevo corregidor. Tuvo que salir el rey al balcón para apaciguar a la masa. Les reconoció que no sabía de sus necesidades y les prometió remediarla, lo que calmó el ambiente.
El fuego no se apagó totalmente y los rescoldos revivieron las llamas. De nuevo entraron en juego los pasquines reivindicativos, pidiendo la cabeza del de Oropesa.
Una de las primeras consecuencias fue la destitución de Francisco de Vargas como corregidor sustituyéndole Francisco Ronquillo. Le siguió el destierro del de Oropesa, considerado el culpable de los desordenes y sustituido de la presidencia del Consejo de Castilla Con ello, la facción austriaca salía de la órbita de influencia del monarca. El pueblo no fue ni olvidado ni perjudicado. El nuevo corregidor adoptó medidas para que los precios bajasen y el abasto de mercancías fuese abundante.
El conde de Oropesa, presidente del Consejo de Castilla, primer ministro del rey y afin a las tesis imperialistas, se convirtió en objetivo número uno de la candidatura francesa para deshacerse de él políticamente hablando.
El conde, responsable del abastecimiento de la ciudad de Madrid y las desastrosas cosechas de 1697 y 1698 agravaron la situación, ya complicada, con el precio del trigo por las nubes, la depreciación de los salarios reales y una tasa de desempleo disparada. El precio del trigo y del aceite se duplicó en abril de 1699.
Se descubrió que desde hacía varios meses la señora del conde de Oropesa estaba acaparando grandes cantidades de grano y aceite con la idea de provocar movimientos especulativos en el mercado que le reportarían suculentos beneficios económicos sin importarle los daños que pudieran provocar a la población. Los franceses tan solo tenian que airear y azuzar en pro de sus intereses.
En Madrid empezaron a aparecer pasquines y a cundir el malestar entre el pueblo, gatos como se les conoce. La atmósfera se iba calentando día a día.
El 28 de abril saltó la chispa. Un incidente en la Plaza Mayor entre una verdulera que se quejaba al corregidor, Francisco de Vargas, por el precio del pan y su mala calidad, y una respuesta soez del propio corregidor, acabó con la huida de éste refugiándose en una tienda o un monasterio, dependiendo de las versiones, ante la avalancha de piedras y otros objetos contundentes que le arrojaba la multitud al haberse considerado ofendida por su actitud.
El siguiente objetivo de la turba fue la casa del conde de Oropesa y al ver que no conseguían su objetivo, marcharon hacia el Alcázar Real, dando vivas al rey y mueras al conde y al corregidor, y exigiendo pan barato, la destitución de Vargas y el nombramiento de Francisco Ronquillo como nuevo corregidor. Tuvo que salir el rey al balcón para apaciguar a la masa. Les reconoció que no sabía de sus necesidades y les prometió remediarla, lo que calmó el ambiente.
El fuego no se apagó totalmente y los rescoldos revivieron las llamas. De nuevo entraron en juego los pasquines reivindicativos, pidiendo la cabeza del de Oropesa.
Una de las primeras consecuencias fue la destitución de Francisco de Vargas como corregidor sustituyéndole Francisco Ronquillo. Le siguió el destierro del de Oropesa, considerado el culpable de los desordenes y sustituido de la presidencia del Consejo de Castilla Con ello, la facción austriaca salía de la órbita de influencia del monarca. El pueblo no fue ni olvidado ni perjudicado. El nuevo corregidor adoptó medidas para que los precios bajasen y el abasto de mercancías fuese abundante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario