lunes, 29 de abril de 2013

O´Cebreiro - Triacastela




     Me he despertado a las 6, queda una hora para el toque de diana. Hago un repaso a la etapa anterior, ¡La etapa reina! Fue dura, pero la hemos superado bien, Vamos a ver a mi anatomía. ¿Los pies? bien. ¿Agujetas? Ninguna. ¿Las piernas? bien. Ahora lo espiritual. ¿Ilusión? Intacta. ¿Ánimos? A tope.
    En media hora estamos en la calle, dispuestos a coger el camino por los pies. O´Cebreiro está arropado por una ligera niebla que le da un aspecto enigmático y misterioso. Las calles están casi vacías, compramos algunos recuerdos y emprendemos el camino rodeados de pinos por una senda de montaña hasta Santo Estevo de Liñares, visitamos la iglesia románica, que por cierto está en restauración.

     Cruzamos la carretera y entramos en una vereda llena de hayas, acebos y helechos. Respiro profundamente, lleno mis pulmones, con la intención de adueñarme de toda esta pureza. No tardamos mucho en afrontar el primer alto de la jornada: S. Roque. Las vistas son impresionantes. A la izquierda, la sierra de O Courel; a la derecha la montaña lucense. En pleno alto agradecemos la presencia de una estatua en homenaje al peregrino medieval. Hacemos unas fotos, bebemos un poco de agua y reanudamos la marcha.  
         Homenaje al peregrino-Alto S. Roque      J.K.Ruiz
    El día es soleado y apetece caminar. Nos dirigimos a Hospital da Condesa, mojón 145,5. El panorama ha cambiado sin darnos cuenta, la vegetación  de monte ha dado paso a prados plagados de vacas que pacen ajenas al ir y venir de tanto peregrino.

    El caminar es continuo y relajado, vamos hablando y riendo. En un momento tercia un peregrino que ha oído algo de baloncesto y se monta una tertulia móvil en torno al baloncesto, al Real Madrid,  a Joan Plaza - por si alguien no le conoce, es entrenador del Real Madrid y hoy anda por Europa entrenando- su nombre surge porque anda por estas tierras haciendo el camino, como nosotros.
     Nos extraña que decida sumergir las piernas en el agua helada de una alberca que, además está llena de algas y otras cosas irreconocibles. Al parecer  alguien le ha aconsejado que lo haga. Nosotros le dejamos en sus menesteres y nos vamos con la intención de tomar juntos un café un poco más adelante, en el alto de Poio.
     La subida a este punto es corta pero muy empinada. En el trayecto adelantamos a una pareja de orientales muy pintorescos, la verdad.  Él lleva un vestido oriental y, rosario en mano, va reza que te reza; ella, unos metros más atrás, también con vestido oriental y cargada como un burro. Después de pasar algún apurillo  en una rampa, coronamos y nos sentamos a la puerta del bar. Al poco rato llega nuestro peregrino-entrenador algo remojado  y nos tomamos unos tazones de café caliente.
     Reanudamos la marcha los tres en animada conversación. Con la familiaridad que aporta haber compartido un café, nos dice que es de Vilafamés y que va hacer etapas de 45 kilómetros. Es curioso como el camino facilita el dialogo  entre las personas.
                   Orientales en el camino              J.K. Ruiz
      Paramos  unos minutos en Fonfría para hablar con una señora que nos ha ofrecido una tortas de leche,  deben estar deliciosas, pero el olor del establo próximo me impide probar bocado. Hablamos de la situación del país, en general, y del medio rural gallego, en particular, concretamente de la huida de los jóvenes a las ciudades.  
      Sin darnos cuenta entramos en un descenso pedregoso que no terminará hasta la meta. Si las subidas son duras, las bajadas son durísimas. Las rodillas se resienten. Nos encontramos con una pareja  que está esperando a las asistencias: sus rodillas no aguantan más. ¡Qué mala suerte! 
      En este tobogán adelantamos a muchos peregrinos, pero nos llama la atención  la dificultad  enorme con la que  algunos que caminan  arrastrando un cansancio infinito y unas limitaciones físicas que parecen insalvables. Estas personas esforzadas y resueltas nos enseñan que la fuerza de voluntad y el espíritu de sacrificio hacen milagros.

  Lo últimos kilómetros se hacen interminables. Afortunadamente, sobre las 13,30 llegamos a las puertas del hotel/albergue Xacobeo. El establecimiento está muy limpio, las instalaciones son magnificas.

    Sobre las 14 horas y después de ducharnos, curar alguna ampolla y descanar un rato, bajamos en busca de nuestro amigo de Vilafamés para comer.  Nos sentamos en la calle, bajo sombrilla, y terminamos  de comer rezando para que no llueva. Tras el café, nos despedimos de nuestro amigo con la certeza de que no le volveremos a ver, pero con la convicción de que nunca lo olvidaremos.

                                           Iglesia de Triacastela                        J.K.Ruiz
      Empleamos la tarde en una obligada siesta  y en visitar la población con el fin de estirar las piernas y conocer un poco más  las costumbres y la forma de vida de las gentes de esta tierra.  
    En Triacastela nos llama la atención un molino fluvial y la iglesia románica, testigo del trasiego de las gentes desde el siglo XII. Comprobamos cómo el abandono y la dejadez han echado raíces en sus , antaño,  casas solariegas.
    Después de cenar, preparamos las ropas y las mochilas para el día siguiente. Antes de las diez caemos en la cama como sacos terreros.
     Solo estamos al final de la segunda etapa, pero me da la impresión de que ha transcurrido mucho  tiempo desde que salimos de Madrid. Tengo la sensación de llevar años caminando.





Lecciones del camino:

   - Todas las metas se consiguen con trabajo, paciencia y    perseverancia.
   - Todos los peregrinos a una hora u otra, terminan la etapa.
   - Una retirada del camino, no es un adiós, es un hasta luego. 


Fotografía: J.K.Ruiz y J Ruiz en la red


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