
¡Por fin! Delante de nosotros pasa el camino, como si de una cinta transportadora se tratara, sin pensarlo un segundo, nos subimos. Después de tanta espera, estamos en la etapa reina del camino francés, es la primera y la más dura. La adrenalina nos brota por los poros y el frío de la mañana resbala por nuestra piel.
J.K. Ruiz |
Las primeras horas se hacen muy agradables. Rodeados de robles, chopos y castaños, comienza a despuntar el día . Ell canto de los pájaros ameniza la senda. Hasta La Portela no encontramos un albergue abierto, donde poder tomar una café caliente y algo sólido. Siguiendo los consejos de "Jato" no tardamos más de diez minutos en subirnos al camino de nuevo, pero en este lapsus el semblante del camino ha cambiado: hay muchos peregrinos que adelantamos y nos adelantan, que nos saludan y saludamos.
Todo va bien, la vereda es casi plana y no cuesta mucho avanzar, además vamos entretenidos con todo lo novedoso que nos rodea. Al llegar a Herrerías. como sabemos que lo duro, duro, está por llegar, nos sentamos a reponer fuerzas al lado de una fuente.
Mojón de separación entre Galicía y León |
Comprobamos que el camino es un constante adelantar y ser adelantado, casi siempre con los mismos protagonistas, ya conocemos a una alemana que es una maquina de andar, una japonesa que toma notas para copiar el camino, unos peregrinos con unos burros etc.
O´Cebreiro está cerca, pero parece que no llega nunca. Pasados unos kilómetros de ansiedad, tras un recodo, aparece la torre de la iglesia
Son las 13,30, hemos recorrido 28,400 Km, estamos cansados, pero enteros; hemos visitado la iglesia, las pallozas y rápidamente continuamos a Piedrafita. Nos hemos desviado de nuestros planes iniciales porque no hemos encontrado alojamiento en O´Cebreiro.
Panoramica de los Montes Leoneses J.K. Ruiz |
Los cuatro kilómetros de bajada que nos restan se hacen interminables y penosos: el asfalto nos cuece los pies, los kilometros pesan en las piernas. No sé qué es peor subir o bajar. Al filo de las tres de la tarde llegamos al hotel Pazos. Sin perder tiempo, pasamos al comedor donde damos cuenta de un menú exquisito.
Tras la comida, toca siesta, de esas reparadoras. Y es cierto, nos ha sabido a gloria. El resto de tarde la hemos pasado hablando y callando, porque callar, a veces, es una buena actividad.
La hora de la cena se ha adelando bastante para nuestras costumbres, pero es que el cuerpo nos pide caer en la cama lo antes posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario