

El día es gris, llueve con intensidad, hemos salido con los chubasqueros, pero inmediatamente tiramos de las capas de agua. Después de algunos dimes y diretes, se consigue unir al grupo y hacer la foto en la escalinata de la rúa Maior. Nos despedimos con un "buen camino". La verdad que tengo ganas de volver a la normalidad de estos días de atrás.
Las primera rampas ponen en evidencia la temida periostitis, esto consiste en una lesión de los tendones de la espinilla. Es una lesión muy dolorosa que suele remitir según van calentándose los músculos.
Paramos en el ayuntamiento de Sarria, bajamos el ritmo para ver si se va pasando. Poco a poco, sin agobios y sufriendo mucho dejamos atrás Sarria, después de cruzar por el puente Áspera.
La lluvia no ceja en su empeño y dificulta la marcha y las actividades propias del peregrino, es decir, las fotos, la contemplación del paisaje, la meditación y la charla.
Poco después superamos un repecho que nos conduce hasta As Paredes, donde vemos de lejos un castro prerromano. Tomamos una pista asfaltada que nos lleva a la parroquia de Barbaledos, nos acercamos a ver la iglesia románica de Santiago. Llaman nuestra atención la portada y los capiteles.
La parada de hoy es más prolongada que las de días anteriores, -hay que tomar las cosas como son y,sobre todo, con buen humor: no se mejoran, pero se hacen más llevaderas. Continuamos camino con dirección a Rente, las molestias empiezan a desaparecer y el ritmo se acelera. Poco después llegamos a Peruscallo, punto de control del grupo. Decidimos no parar, ahora vamos bien, el día quiere abrir y el sol matutino nos anima. El camino transcurre por muros de piedra, castaños y carballos; contemplamos el mojón 199, limite físico para la obtención de la compostelana.
Ahora nos encontramos muy bien, comemos un bocadillo en Mojade, hablamos, reímos nos recuperamos y criticamos, pero solo un poquito. Hemos pasado unas horas difíciles pero estamos aquí, somo peregrinos y, sobre todo, somos unos Ruiz y eso no es cualquier cosa.
Reanudamos la marcha con fuerzas renovadas, vamos como locomotoras, el cielo se va cubriendo pero nuestro espíritu está despejado y la moral por las nubes. Paso a paso vamos disfrutando del paisaje, de las plantas, de los animales y de las personas que se cruzan, adelantamos o nos adelantan, yo diría que vamos felices.
A lo lejos divisamos Potomarín, nos queda una larga bajada que muele nuestras rodillas y a esto se une que la hermana lluvia nos vuelve a saludar, pero afectuosamente , muy afectuosa. ¡Madre mía qué manera de llover! Por fin llegamos al puente que cruza el embalse de Belesar, donde el Miño se remansa y da descanso a sus aguas.
La entrada a Portomarín es preciosa. Los restos de un puente medieval rematados por una escalinata y la capilla de la Virgen de las Nieves reciben al peregrino. Contemplar tan singular construcción es un espectáculo.
Menguados de fuerzas, llegamos al hotel. Capta nuestra atención un providencial calentador de toallas, que nosotros, naturalmente, usamos para colgar pantalones, sudaderas y hasta botas. ¡Qué lujo!
Ya con ropa seca hemos bajado a comer. Continúa lloviendo, pero en este momento es lo de menos. Ahora lo que importa es que los comensales nos vamos haciendo amigos y comentamos con humor los avatares de la jornada.
Camino desbordados J.K. Ruiz |
Paramos en el ayuntamiento de Sarria, bajamos el ritmo para ver si se va pasando. Poco a poco, sin agobios y sufriendo mucho dejamos atrás Sarria, después de cruzar por el puente Áspera.
La lluvia no ceja en su empeño y dificulta la marcha y las actividades propias del peregrino, es decir, las fotos, la contemplación del paisaje, la meditación y la charla.
Poco después superamos un repecho que nos conduce hasta As Paredes, donde vemos de lejos un castro prerromano. Tomamos una pista asfaltada que nos lleva a la parroquia de Barbaledos, nos acercamos a ver la iglesia románica de Santiago. Llaman nuestra atención la portada y los capiteles.
I. Santiago -Barbadelos |
Ahora nos encontramos muy bien, comemos un bocadillo en Mojade, hablamos, reímos nos recuperamos y criticamos, pero solo un poquito. Hemos pasado unas horas difíciles pero estamos aquí, somo peregrinos y, sobre todo, somos unos Ruiz y eso no es cualquier cosa.
Escalinata de entrada a Portomarín |
A lo lejos divisamos Potomarín, nos queda una larga bajada que muele nuestras rodillas y a esto se une que la hermana lluvia nos vuelve a saludar, pero afectuosamente , muy afectuosa. ¡Madre mía qué manera de llover! Por fin llegamos al puente que cruza el embalse de Belesar, donde el Miño se remansa y da descanso a sus aguas.
Embalse de Belasar |
Menguados de fuerzas, llegamos al hotel. Capta nuestra atención un providencial calentador de toallas, que nosotros, naturalmente, usamos para colgar pantalones, sudaderas y hasta botas. ¡Qué lujo!
Ya con ropa seca hemos bajado a comer. Continúa lloviendo, pero en este momento es lo de menos. Ahora lo que importa es que los comensales nos vamos haciendo amigos y comentamos con humor los avatares de la jornada.
Escalinata J.K.Ruiz |
Hablando con las gentes de Portomarín, nos enteramos de que el pueblo fue reconstruido en los años sesenta, porque la población primitiva fue anegada por el pantano. Las iglesias y los pazos se reconstruyeron piedra a piedra. En el fondo de las aguas quedó todo lo demás como un sacrificio, como una ofrenda o tributo al dios del progreso.
El resto de la tarde lo pasamos tomando una cerveza y hablando con compañeros del grupo y con otros peregrinos que vamos conociendo. La lluvia continúa su trabajo y ya empieza a cansar un poco.
No retiramos pronto y comprobamos con alegría que la ropa está seco. ¡Bien!
Con la luz apagada intento resumir el día. Ha sido la primera etapa en grupo y la verdad que no se notó mucha diferencia con las anteriores. Hemos ganado amigos que te encuentras por todas partes. El grupo no está mal, parece gente maja.
La jornada se puede considerar como dura, no solo por el trazado, sino por la climatología y por las adversidades que han surgido. Mañana será otro día.
El resto de la tarde lo pasamos tomando una cerveza y hablando con compañeros del grupo y con otros peregrinos que vamos conociendo. La lluvia continúa su trabajo y ya empieza a cansar un poco.
No retiramos pronto y comprobamos con alegría que la ropa está seco. ¡Bien!
Con la luz apagada intento resumir el día. Ha sido la primera etapa en grupo y la verdad que no se notó mucha diferencia con las anteriores. Hemos ganado amigos que te encuentras por todas partes. El grupo no está mal, parece gente maja.
La jornada se puede considerar como dura, no solo por el trazado, sino por la climatología y por las adversidades que han surgido. Mañana será otro día.
Castillo Fortaleza de S.Nicolas |
Lecciones
del camino:
- El
sufrimiento es parte de la vida y hay que sobreponerse a el.
- Hay
que aprender a escuchar los silencios. Muchas veces tienen más palabras que
muchas conversaciones.
- El
progreso no entiende de sentimientos.
- No conviene pasar demasiado rápido, para
poder saborear el camino y sus gentes.
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