Ante la previsible dureza de la etapa (30 kilómetros de recorrido) nuestros pies se han puesto en el camino a eso de las 7 de la mañana. Unos minutos antes hemos tenido que retener un poco a nuestras propias zapatillas que, dotadas de vida independiente, pretendían salir al camino incluso antes que nosotros. Es que han cogido un vicio que no hay quien las gobierne. A ver quién es el valiente que se atreve a guardarlas en una caja.
La tenue niebla que nos envolvía y el fresquito de la mañana invitaban a iniciar la aventura del día. Muy pronto el dios Ra ha ganado la batalla a Mapalina, la diosa niebla. Durante toda la jornada el sol nos ha regalado generosamente luz y calor. ¿Quién dice que en Galicia no hace calor? ¿Quién afirma que en Galicia siempre llueve? ¡Madre mía!
La etapa se puede dividir en dos: una hasta Melide, mejor dicho, hasta el pulpo; otra, hasta Arzua, acarreando las consecuencias del pulpo.
Hasta Melide nuestro trabajo se ha traducido en una carrera plena de fuerza y de ritmo, atravesando bosques, aldeas, huertas y sembrados. Hemos llegado justo cuando el sol empezaba a calentar de lo lindo así que no hemos tenido por menos que entrar en Casa Ezequiel para comernos un pedazo de ración de pulpo recién cocido que ¡madre mía! y una botella de albariño que ¡santo cielo! Ni que decir tiene que, después de tal refrigerio, hemos pagado caras las consecuencias en la segunda parte de la etapa. Alegres, alegres, ya lo creo que íbamos, pero las piernas no se movían y ha habido que tirar de ellas con dedicación. Cuando por fin hemos logrado sobreponernos, el sol estaba abrasador y la humedad impenitente. Mezcla explosiva que ha convertido los últimos kilómetros en infernales.
A las 2,30 llegábamos a Arzua, exhaustos y casi, casi deshidratados. Después de beber más de dos litros de agua y de saborear una deliciosa comida, hemos practicado el muy recomendable deporte nacional: la siesta.
Como viene siendo habitual, pasaremos la tarde descansando. Mañana nos espera otra etapa de 30 kilómetros y las fuerzas están muy justas. Ya ni nos explicamos de dónde salen cada madrugada. Quizá mañana ni siquiera se nos escapen las zapatillas.
Un abrazo especial para Juancar; me he acordado mucho de ti.
Como viene siendo habitual, pasaremos la tarde descansando. Mañana nos espera otra etapa de 30 kilómetros y las fuerzas están muy justas. Ya ni nos explicamos de dónde salen cada madrugada. Quizá mañana ni siquiera se nos escapen las zapatillas.
Un abrazo especial para Juancar; me he acordado mucho de ti.
Fotografía: J Ruiz
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