Sin apuntar el alba, ya estábamos preparados para afrontar la dura etapa de hoy. Nada más poner los pies en el camino, nos hemos dado cuenta que hoy íbamos recibir el bautismo jacobeo de la forma mas cruda. Primero nos ha llovido a la vez que nos caía una densa niebla que apenas nos dejaba ver a unos cuantos metros. Al llegar a la Cruz da Ferro, se ha levantado un aire frío que nos ha obligado a ponernos toda la ropa que llevábamos. Luego, poco a poco, el sol ha ido ganando la batalla y hemos acabado de manga corta.
Esto respecto a lo meteorológico. En cuanto al trayecto, os cuento: la ruta empezaba con una pendiente en constante subida, cada vez más exigente, hasta llegar a la citada Cruz da Ferro. Cuando según las guías -y la pura lógica- pensábamos que lo difícil había terminado, nos hemos encontrado con casi veinte kilómetros de bajada con un firme irregular, lleno de piedras sueltas y atadas. Piedras que se clavaban, impenitentes, en los pies y rampas que castigaban los tobillos y las rodillas hasta poner en serio peligro la integridad física de los peregrinos.
En cuanto al escenario, en dos palabras "in mejorable". Al principio con la niebla, el ambiente era misterioso y mágico; luego, sin darnos cuenta nos hemos visto rodeados de plantas y flores fragantes.
Ahora, todo en conjunto: la etapa ha sido durísima y bellísima. Hoy estos dos peregrinos hemos visto nuestros límites y hemos sufrido mucho. Supongo que pasados unos días, posiblemente, recordaremos la jornada y nos sentiremos orgullosos de lo sufrido. Hoy todavía no, es pronto. Hoy, especialmente, ha sido un día para pensar, recordar y analizar.
Para terminar, me gustaría decir a los que siempre están -cuando los necesito y, también, cuando no los necesito- que os quiero y os necesito. A todos.
Para terminar, me gustaría decir a los que siempre están -cuando los necesito y, también, cuando no los necesito- que os quiero y os necesito. A todos.
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