martes, 8 de octubre de 2013

Mi mundo gatuno y yo - Capítulo 11.

    En la anterior entrega dejamos a Gotu y a su nueva camada sumergidos en una tupida hiedra, al abrigo del tórrido sol toledano y de las visitas molestas.
    Gotu está todo el día yendo y viniendo del garaje a la hiedra y de la hiedra al garaje. Es un no parar del animalito: comer y dar de comer, no hace otra cosa. 
   La puesta en escena  cada vez que se mete en la hiedra es la misma: llega hasta donde estas los gatitos, se tumba y cada gatolito busca su teta para comer. Mientras, Gotu los lame concienzudamente uno por uno, para después caer en un gran sopor, la madre, los hijos y hasta yo ,que algún día me tengo que ir a dormir la siesta.
    De vez en cuando, y en presencia de su mama, cojo las crías para acariciarlas con el fin de que se amansen  y me conozcan. Luego se las devuelvo a su  mamá que inmediatamente las lame y las deja en el cubil. Gotu observa tranquila toda la operación. Tiene plena confianza en mi y yo no voy a defraudarla, por supuesto.
   Los pequeños son  cada vez más osados. Guiados por su inmensa curiosidad se alejan cada día  más de la hiedra protectora.  Fijaos cómo será que, antes de que  yo llegue a la hiedra, salen a mi encuentro para jugar con los cordones de mis zapatillas y para que les acaricie el cuello y la barriguita. Mientras, ellos me mordisquean y  me lamen la mano. ¡Jo! Los que tenéis gatos entenderéis lo que en esos momentos se siente ¿Verdad?
    Mientras tanto la vida gatuna de la manada continua con normalidad. Carafina está a punto de parir y se ha desentendido un poco de todo este lío de Gotu. Copito, que es una hija de Gotu, se asoma mucho por la hiedra a ver a los pequeños y Gotu no dice nada, así que eso significa que acepta su presencia.
    La otra mañana observé a Gotu muy inquieta. Se metía en la hiedra y salia, me asomé pensando que se habría perdido algún pequeñín, pero no. Al rato vi cómo llegaba al lugar Copito. Entonces Gotu comenzó a emitir unos sonidos muy suaves, casi, casi inaudibles y empezó a caminar hacia el garaje muy despacio. De la hiedra fueron saliendo los gatitos y comenzaron a seguir a su madre en fila de a uno. Copito acompañaba al batallón controlando que ninguno se parara o tomara otro camino -en este caso, lo devolvía inmediatamente al cortejo. Con esta organizada disposición fueron hasta el garaje, donde Gotu y Copito instalaron a los mostrenquitos en su nuevo hogar: el garaje, en un apartamento de cartón próximo a los comederos.        
  Así termina otra etapa en la vida de los gatitos. Se han graduado en Educación gatunil, con su birrete y su banda  dispuestos a comenzar  La Educación  primaria gatuna.  










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