No hay día que nos levantemos sin un caso que nos ensucie de lodo corrupto. ¡Sí! ¡Nos ensucia!
Los ciudadanos somos los responsables últimos de los actos de quienes nos representan, de aquellos a los que elegimos con nuestros votos.
Todos los casos de corrupción en los que estén implicados empleados públicos o políticos electos, nos ensucian directamente a la ciudadanía.
Los ciudadanos, a diferencia de nuestros gobernantes, debemos sentirnos responsables de las tropelías que cometen nuestros representantes. Debemos tomar la iniciativa y, como no podemos dimitir de ciudadanos, tenemos la obligación de corregir la situación por medio de nuestro voto y aplicando un código ético estricto.
No podemos votar a los corruptos ni a sus encubridores. No debemos votar a personas que incumplan las leyes o no tengan un proceder intachable.
Ya no podemos continuar ni un segundo más de esta forma, la limpieza debe comenzar de abajo, arriba. El pueblo no puede esperar más a que los políticos corruptos nos den una solución que, como mínimo, les debería meter a ellos mismos en la cárcel.
La sociedad al completo tiene que lavarse con agua y jabón para luego exigir la misma limpieza a nuestros políticos.
Debemos olvidarnos de los atajos, del todo vale, de los pelotazos, de las vidas basadas en la mentira y el engaño.
Nuestra catarsis comienza por educar a nuestros pequeños en la filosofía del esfuerzo, del trabajo bien hecho, en la satisfacción del deber cumplido. Debemos enseñar a las nuevas generaciones a vivir con la verdad por delante, con el valor de la palabra dada, con un espíritu solidario, a llevar una vida limpia y crítica.
De esta forma, nuestra sociedad cambiará por completo y todos nos sentiremos mejor, no tendremos que ocultarnos o mirar para otro lado a la hora de los telediarios. Podremos levantarnos en paz con nosotros mismos.
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