La otra noche muchos españoles conectamos la misma cadena de televisión, pero vimos diferente emisión. La tecnología es caprichosa y a veces la fibra tiene esas cosas: se reverbera y distribuye imágenes, noticias y anuncios a diestro y siniestro, sin ton, ni son.
Mientras unos vieron a un presidente cabal, sensato, carismático, encantador de votantes, próximo a sus administrados, decidido y enérgico en los teatros internacionales; otros vimos una imagen en blanco y negro, más próxima a los años sesenta y con un cierto tufillo rancio y decadente.
En la emisión que yo vi, apareció un presidente de gobierno junto a un entrevistador entregado de principio a fin. Dos hombres y un destino, con el mismo objetivo.
La primera parte del programa fue una labor de aliño para hacernos ver que el Presidente es un ser humano como cualquiera, que nació de mujer y se crio en una familia normal, que sus éxitos estudiantiles y profesionales fueron debidos a su trabajo y a su esfuerzo, pero que estando en la cima del mundo, lo abandonó todo para salvarnos.
La primera parte del programa fue una labor de aliño para hacernos ver que el Presidente es un ser humano como cualquiera, que nació de mujer y se crio en una familia normal, que sus éxitos estudiantiles y profesionales fueron debidos a su trabajo y a su esfuerzo, pero que estando en la cima del mundo, lo abandonó todo para salvarnos.
Una vez termina la faena de capa, las suertes de varas y banderillas, Bertín nos colocó al Presidente en suerte: delante de la placa de inducción.
Aquí es donde se dieron las imágenes más tristes y bochornosas de la noche.
Dos hombres, más que maduros, bromeando sobre su falta de habilidad y su poca implicación en las labores culinarias, echando la culpa de su torpeza con los electrodomésticos a que la mujer del presentador no le había explicado bien cómo se hacía. La amena charla continuó por los mismos derroteros, comentando lo bien que cocinaba la señora del presidente y la regañina que le esperaba a don Mariano si se le ocurría volver a casa con la impoluta camisa blanca llena de lamparones. Tampoco ahorraron elogios a la receta de la empanada de la suegra. Eso sí, entre col y col, copita de albariño que te crio.
Si estas imágenes con olor a machismo integral, ya sacaban los colores, posiblemente el albariño termino de dar la estocada.
Con la lengua desatada, el Presidente pasó a contar anécdotas sobre su asistencia a una cumbre donde estaban presentes -palabras textuales de don Mariano- Holande, Obama, el chino y el japonés. Denominar al presidentes de la República China, como el chino, me suena más a estar hablando del que regenta el Todo a Cien de su barrio, que falta de tacto diplomático.
El presidente de España, es presidente en su casa, en la mía y en la de todos y lo que dice hay que medirlo en todo momento. Este presidente debería saber que el presidente de China tiene su nombre y, si no se lo sabe, debería aprenderlo, es tu trabajo. Después entonó el mea culpa por no saber explicar la retirada de la paga a los funcionarios y justificar los recortes realizados.
Por fin llego la partida de futbolín, que se hizo infumable, ya que la preguntas que se intercambiaron eran de una simpleza acorde a los personajes.
Aconsejaría a nuestro presidente Rajoy que, en la próxima, ocasión mande en su lugar a la señora Sainz de Santamaría, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Así que ya que puede ocupar su lugar en los debates electorales, también podría comerse las famosas empanadas de la suegra de don Mariano, llamar por sus respectivos nombres a los presidentes de China y de Japón e, incluso, encender la vitrocerámica sin pedir ayuda a la mujer del presentador.
Manda güevos Bertín, manda güevos Presidente.
El presidente de España, es presidente en su casa, en la mía y en la de todos y lo que dice hay que medirlo en todo momento. Este presidente debería saber que el presidente de China tiene su nombre y, si no se lo sabe, debería aprenderlo, es tu trabajo. Después entonó el mea culpa por no saber explicar la retirada de la paga a los funcionarios y justificar los recortes realizados.
Por fin llego la partida de futbolín, que se hizo infumable, ya que la preguntas que se intercambiaron eran de una simpleza acorde a los personajes.
Aconsejaría a nuestro presidente Rajoy que, en la próxima, ocasión mande en su lugar a la señora Sainz de Santamaría, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Así que ya que puede ocupar su lugar en los debates electorales, también podría comerse las famosas empanadas de la suegra de don Mariano, llamar por sus respectivos nombres a los presidentes de China y de Japón e, incluso, encender la vitrocerámica sin pedir ayuda a la mujer del presentador.
Manda güevos Bertín, manda güevos Presidente.
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