Entre psicólogos, periodistas, políticos y vende humos de medio pelo nos están abocando a llamar a las cosas que tienen un nombre propio con otros términos que, en el mejor de los casos, no se sabe muy bien qué significa, pero, eso sí, llevan a la confusión a quienes los oímos sin estar prevenidos.
Esta mañana en el telediario nos contaban que una joven en Pamplona había sufrido una presunta agresión sexual, llevada a cabo por cinco individuos. No sería mejor decir que una joven en Pamplona ha sido presuntamente violada por cinco delincuentes. Parece lo mismo, pero no es igual.
De los políticos que se ven envueltos en causas turbias se dice que están investigados y que presuntamente han hecho esto y lo otro. No es mejor decir que tal político o tal otro son sospechosos o han robado directamente.
Hay niños en los colegios que sufren bullying, cuando en todo tiempo de Dios a eso se le ha llamado acoso escolar.
Al señor que no cumple lo que promete se le llama mentiroso, ahora bien, si es político, se dice que no cumple con su programa.
Según los empresarios y los sindicalistas, los trabajadores deben conciliar la vida laboral y familiar. Por qué no hablan mejor de excesivas jornadas de trabajo o de las horas gratuitas fuera de jornada, por miedo al despido.
En definitiva, pienso que si la sociedad entiende las cosas claramente puede generar mecanismos que solucionen situaciones problemáticas. A lo mejor, precisamente por eso, se permite y se alimenta la tibieza y la blandura en las denominaciones.
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