Ante la claridad y vigencia de sus ideas, hoy quiero compartir con vosotros otra tacada de pensamientos del calagurritano Quintiliano.
Nació en Calagurris Nassica Iulia, actual Calahorra en España, en la provincia hispanorromana de la Tarraconense. Hizo sus primeros estudios en Roma, donde su padre ejercía la profesión de rétor o abogado; allí adquiere una cultura general muy completa siguiendo las lecciones de Remio Palemón y Servilio Nonanio en literatura y de Domicio Afer en elocuencia. Regresa a Hispania en el año 61 y durante siete años, es profesor de elocuencia y abogado. (ver publicación anterior).
Debemos ser modestos y circunspectos en nuestros juicios acerca de tan eminentes hombres, para no caer en el común error de condenar aquello que no entendemos.
A la mayor parte de los niños no les falta ingenio, sino aplicación.
La brevedad es loable cuando no se dice más ni menos de lo necesario.
Lo que no ayuda, estorba.
No muchas cosas, sino mucho.
Menos trabajo hay en vivir bien que mal.
Desde el comienzo puede asegurarse el fin.
Ese débil método de educación al que solemos llamar indulgencia, destruye toda la fuerza del alma y del cuerpo.
Mucho más se desea lo que se veda
Los malos hábitos, es más difícil romperlos que enmendarlos.
Condenan lo que no entienden
La conciencia vale por mil testigos.
La perfección del arte consiste en ocultar el arte.
La ambición, aunque en sí misma es un vicio, frecuentemente es madre de virtudes.
El maledicente no se diferencia del malvado sino por la ocasión.
A la mayor parte de los niños no les falta ingenio, sino aplicación.
La brevedad es loable cuando no se dice más ni menos de lo necesario.
Lo que no ayuda, estorba.
Menos trabajo hay en vivir bien que mal.
Desde el comienzo puede asegurarse el fin.
Ese débil método de educación al que solemos llamar indulgencia, destruye toda la fuerza del alma y del cuerpo.
Mucho más se desea lo que se veda
Los malos hábitos, es más difícil romperlos que enmendarlos.
Condenan lo que no entienden
La conciencia vale por mil testigos.
La perfección del arte consiste en ocultar el arte.
El maledicente no se diferencia del malvado sino por la ocasión.
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