El Bartolo es el monte más alto del Desert de les Palmes de Benicasim. No es un ocho mil, ni siquiera llega a mil. Pero en mis oídos , desde pequeño, ha sonado y resonado su nombre. "Desde el Bartolo en días despejados se ven las Columbretes", decía mi madre.
El caso es que desde hace más de veinte años, la subida a la ermita de S. Miguel, situada en lo más alto del Bartolo, se ha convertido en una tradición. Mi hija ya hizo sus pinitos en el cochecito de bebé y luego, con apenas seis años, pudo tomar el bautismo de fuego en la cumbre.
Por aquí han pasado familiares y amigos en un intento de compartir con ellos la magia y el embrujo del paraje, que lo tiene. Dicen las malas lenguas que el Bartolo es un vértice del triangulo mágico de Castellón.
Lo único que hay que hacer es poner los pies en el Monasterio Carmelitano del Desert y echarse a caminar con la mirada fija en las antenas, sin dejar de remirar el monasterio. Poco a poco, unas se irán haciendo más grandes y el otro más pequeño. Por medio pasarán rampas del 20, 24 y hasta del 26% de desnivel, que harán que nos tiemblen las piernas y nos ponga el espíritu a punto para observar un paisaje maravilloso desde la cumbre.
Como ungüento sanador dispondremos del agua que llevemos y de la cantidad de plantas y flores de clima mediterráneo que nos irán saludando a nuestro paso.
Fotografía: J Ruiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario