Buenas tardes, Jordi, mi nombre es Javier. Vivo en Madrid y me gusta Madrid, para qué lo voy a negar. Supongo que tanto como a ti Barcelona. Normal, ¿no?
Lo sincero no quita lo valiente y te tengo que confesar que Barcelona, tu Barcelona, Jordi, me enamoró. Hay ciudades que te gustan, que están muy bien, pero hay otras, pocas, en que te encuentras como en tu casa; y a mí en Barcelona me pasó eso.
Por otro lado, he trabajado -cuando trabajaba- mucho con catalanes. Con unos, codo con codo, con otros a través de la red o el teléfono y, la verdad que siempre o casi siempre, ha sido un placer. Su profesionalidad, seriedad y ese sentido práctico de la vida, muy catalán creo, me encantan.
Por todo esto, no entiendo este sindiós que está pasando. Estoy seguro de que si nos dejaran hablar a la gente, sin políticos, llegaríamos a un arreglo en un periquete.
Está claro que entre tú y yo hay más cosas que nos unen que las que nos separan; y las que nos separan, seguramente que nos separan también de un vasco, un gallego, un andaluz o de un propio madrileño. El ser humano es eso, un ser humano y por circunstancias ajenas a él nace en un sitio o en otro.
Yo estoy seguro, Jordi, de que tanto tú como yo lo que queremos es vivir en paz, disfrutar un poquito de la vida, tener salud, tener servicios de calidad y sobre todo que nuestros hijos puedan estudiar, trabajar y emanciparse para formar sus proyectos de vida. ¿Qué va querer un padre para sus hijos sino lo mejor?
Pues si todas esas cosas se consiguen mejor juntos, y juntos estamos, ¿para qué separarse y pasarlo mal los dos, tú y yo? No lo entiendo, Jordi. ¿Y tú? ¿Lo entiendes?
No comprendo ese querer enfrentarnos, cuando ni yo te he hecho nada a ti y tu a mí tampoco. Porque nos hablan de 1700 y pico si esas son unas historias en las que no estábamos ninguno de los dos.
¿Por qué no han podido o pueden hablar los políticos respectivos para llegar a un acuerdo y no a este callejón sin salida?
Un callejón que con toda seguridad nos va a perjudicar por igual a ti y a mí, a Jordi y a Javier. A tus hijos y a los míos.
Los Marianos y los Carles no tiene problema; ni ellos, ni sus hijos. De una u otra forma seguirán subidos a los borricos que somos tú y yo. Javier y Jordi, Jordi y Javier, tus hijos y los míos.
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