Carles, Carles... Creo que tu estancia en el internado donde cursaste los estudios que realmente cursaste, -de los inventados en tu curriculum no hablo-, afectó seriamente a tu personalidad y a tu posterior desarrollo psíquico e intelectual.
Ahora mismo, Carles, lo único que tienes son tus fantasías y, posiblemente, alguna que otra etiqueta del licor que amorosamente destilan los frailes de Poblet. Lo demás son ensoñaciones de tus mundos fabulados, de los mundos de Puigdemont.
Despierta, hombre, no te das cuenta de que todo el mundo te da la espalda y de que eres un elemento molesto allá donde vas. Esto ya no es como aquella huida juvenil de los años noventa. ¿Te acuerdas? Esto es algo muy serio y debes abordarlo con coherencia.
En Girona, en Cataluña, en el reino de Aragón, en España, en Europa, en el mundo entero, se puede ser cualquier cosa. Se puede ser nacionalista, independentista, capitalista, comunista, fascista, demócrata, dictatorial, islamita, religioso hasta incluso asesino o terrorista, pero todas las etiquetas tienen que ir unidas a la de la coherencia. Y tú no la tienes, ni la etiqueta, ni la coherencia.
Sé coherente, continúa en el exilio -como hicieron tus mayores-, mírate en el espejo de Tarradellas. Acaso ¿colaboró él con Franco? ¿Participó en las pantomimas de elecciones franquistas? Yo creo que no. Tarradellas era coherente y estaba convencido de ser portador de la razón y de la verdad.


Carles, posiblemente, en tu mundo, en el mundo de Puigdemont sueñas que tienes razón y que estás cargado de legitimidad pero, Carles, hombre, baja a la realidad. ¡Despierta! Mira lo que eres y lo que estás haciendo a tu pueblo.
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