Santa Hildegarda de Bingen, fue abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana. Es conocida como la sibila del Rin y como la profetisa teutónica. El 7 de octubre de 2012 el papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.
Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media, entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino, dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia, y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.
"En mi tercer año de edad, vi tal luz que mi alma se sintió estremecida, pero debido a mi corta edad, no pude decir nada.“
"Oh Padre rectísimo y dulcísimo, escucha en tu bondad a tu indigna sirvienta, a mí que, desde la infancia, jamás he vivido segura. […] Quiero, Padre, que por el amor de Dios me recuerdes en tus oraciones.“
"Por lo tanto tú, ¡oh, hombre!, di las cosas que veas y oigas; y escríbelas no según tu parecer ni según el de otro hombre, sino según la voluntad del que sabe, el que ve y el que dispone todas las cosas en los secretos de sus misterios.“
"Huye de la abyección, oh rey, sé un soldado, un caballero armado, aquel que combate valientemente al demonio, para no dispersarte y para que tu reino terrestre no sufra por ello.“
"En la misma visión, entendí los escritos de los profetas, de los Evangelios y de los demás santos y de algunos filósofos, sin haber recibido instrucción de nadie, y expuse ciertas cosas basadas en ellos, aunque apenas tenía conocimientos literarios, al haberme educado como mujer poco instruida.“
"¡Pobre alma, hija de tantas miserias! Estás como calcinada por tantos y tan crueles sufrimientos físicos. Sin embargo, todavía te invade el flujo abismal de los misterios de Dios.“
"¡Oh, figura femenina, cuán gloriosa eres!.“
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