
La historia del actual restaurante se remonta al año 1894, como Casa Rojo. Situado en la calle Botoneras 5, esquina con la Plaza Mayor, el ha visto pasar el tiempo; si las paredes hablaran nos describirían el Madrid de hace cien años, un Madrid de tertulias y actos relevantes.
Entre sus paredes se celebro la última reunión que mantuvo la Generación del 27 antes de la guerra civil. Fue el homenaje que se celebró a Luis Cernuda, con motivo de la publicación de La realidad y el deseo el 29 de abril de 1936, ya que fue la última instantánea, antes de que la Guerra Civil provocara la trágica desaparición de alguno (Federico García Lorca) o la diáspora general.
Una brillantísima capilla literaria. Así lo proclamaban las palabras de presentación de Federico García Lorca. El poeta granadino se esfuerza por decirle a Cernuda no sólo lo que él quiere decirle, sino lo que el autor de La realidad y el deseo necesitan oír, palabras que se publicaron dos días después en el periódico El Sol: "Yo vengo para saludar con reverencia y entusiasmo a mi capillita de poetas, quizás la mejor capilla poética de Europa, y lanzar un vítor de fe en honor del gran poeta del misterio, delicadísimo poeta Luis Cernuda, para quien hay que hacer otra vez, desde el siglo XVII, la palabra divino".
Ha servido y sigue sirviendo de inspiración a grandísimos escritores, alguno de ellos como Arturo Pérez-Reverte, que como bien dijo en su dedicatoria Fue aquí donde ideé El Capitán Alatriste.
La saga de los Rojo y Don Miguel Grande h hecho que el local se fuera reconvirtiendo en el acreditado restaurante que es actualmente. Don Miguel trasladó todo su buen hacer, constancia de trabajo y profesionalidad del negocio a sus herederos que son los que llevan captando adeptos desde hace varias décadas convirtiendo a Los Galayos en uno de los restaurantes de referencia.

El restaurante Los Galayos no pasa de moda, sigue siendo un referente y un clásico de la cocina castellana y española más refinada y exquisita.
El plato del día no lo publicitan, pero está disponible; no aparece escrito ni en cuartillas ni en pizarras, pero la clientela habitual sabe que existe; es un servicio para los que van con prisas. Un secreto que más adelante se desvelará. En verdad, no les hace falta. Tienen la fórmula y la ubicación perfectas. En Los Galayos el trasiego de paladares hambrientos es incesante. Algunos paran en la barra, otros prefieren la terraza o un salón del interior mientras camareros de chaquetilla atienden, pese al ingente trabajo, con diligencia a los recién llegados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario