Todos mis Caminos, este será el sexto, han tenido una liturgia previa. Como no podía ser de otra forma, en este también voy a cumplirla al pie de la letra.
Serán manías mías o superstición, no lo sé. Lo que está claro es que me ha ido bien.
Ahora me encuentro decidiendo qué bastón me acompañará en el recorrido entre Zamora y Santiago de Compostela.
No es fácil, el bastón en el Camino se convierte en parte de tu cuerpo. Una veces es tu tercer brazo, otras es la tercera pierna y, casi siempre, el pañuelo de lágrimas. El bastón sabe en todo momento cómo te encuentras, -bien, mal o regular- siempre te da consuelo, es la tabla de salvación en los momentos difíciles.El bastón te transmite su energía, te la presta generosamente cuando a ti te falta.
Me gusta estrenar bastones. Suelo dejar descansando los que ya han caminado conmigo algún año. Ahí se quedan cargados de recuerdos, sensaciones y sentimientos. Me gusta visitarlos y compartir con ellos las experiencias vividas.
Este año tengo dos bastones candidatos, los dos del maestro bastonero Manolo Ruiz. En un Camino tan especial como va a ser este, no podría elegir ningún otro bastón.
¿Por qué de Manolo Ruiz? Pues es fácil explicarlo. Manolo Ruiz vive en tierras sorianas. Allí labra sus bastones y les imprime una fuerza telúrica que traspasa el simple hecho del tallado. Están curtidos por los hielos, las nieves, bañados de rayos de luna e impregnados de misterio. Son bastones mágicos y, por descontado, preciosos.
Los bastones del maestro Manolo Ruiz son garantía de medio Camino hecho, el otro medio lo tiene que poner el peregrino con sus piernas y su cabeza.
Vamos con la elección. Uno de ellos lleva bastante tiempo conmigo, está decorado con símbolos ancestrales y rematado con una vertebra de ciervo.
El otro, acabo de recibirlo de sus expertas manos. en su fuste tiene grabado un enigmático gato y un misterioso búho. En la empuñadura un cuerno de corzo apunta sabiamente al cielo.
En este tiempo de indecisión, a veces me sorprendo calibrando sus contornos, midiendo sus tamaños... Cierro los ojos e intento percibir sus latidos, oír su corazón.
Cualquiera de los dos podría acompañarme a esta aventura, pero percibo con más intensidad, con más nitidez, las vibraciones mudas de este último.
He sentido su energía, he oído su voz de madera, mis manos y mi corazón están en sintonía con sus humildes susurros. Es justo que sea él quien me acompañe.
¡Buen Camino!
Serán manías mías o superstición, no lo sé. Lo que está claro es que me ha ido bien.
Ahora me encuentro decidiendo qué bastón me acompañará en el recorrido entre Zamora y Santiago de Compostela.
No es fácil, el bastón en el Camino se convierte en parte de tu cuerpo. Una veces es tu tercer brazo, otras es la tercera pierna y, casi siempre, el pañuelo de lágrimas. El bastón sabe en todo momento cómo te encuentras, -bien, mal o regular- siempre te da consuelo, es la tabla de salvación en los momentos difíciles.El bastón te transmite su energía, te la presta generosamente cuando a ti te falta.
Me gusta estrenar bastones. Suelo dejar descansando los que ya han caminado conmigo algún año. Ahí se quedan cargados de recuerdos, sensaciones y sentimientos. Me gusta visitarlos y compartir con ellos las experiencias vividas.
Este año tengo dos bastones candidatos, los dos del maestro bastonero Manolo Ruiz. En un Camino tan especial como va a ser este, no podría elegir ningún otro bastón.
¿Por qué de Manolo Ruiz? Pues es fácil explicarlo. Manolo Ruiz vive en tierras sorianas. Allí labra sus bastones y les imprime una fuerza telúrica que traspasa el simple hecho del tallado. Están curtidos por los hielos, las nieves, bañados de rayos de luna e impregnados de misterio. Son bastones mágicos y, por descontado, preciosos.
Los bastones del maestro Manolo Ruiz son garantía de medio Camino hecho, el otro medio lo tiene que poner el peregrino con sus piernas y su cabeza.
Vamos con la elección. Uno de ellos lleva bastante tiempo conmigo, está decorado con símbolos ancestrales y rematado con una vertebra de ciervo.
El otro, acabo de recibirlo de sus expertas manos. en su fuste tiene grabado un enigmático gato y un misterioso búho. En la empuñadura un cuerno de corzo apunta sabiamente al cielo.
En este tiempo de indecisión, a veces me sorprendo calibrando sus contornos, midiendo sus tamaños... Cierro los ojos e intento percibir sus latidos, oír su corazón.
Cualquiera de los dos podría acompañarme a esta aventura, pero percibo con más intensidad, con más nitidez, las vibraciones mudas de este último.
He sentido su energía, he oído su voz de madera, mis manos y mi corazón están en sintonía con sus humildes susurros. Es justo que sea él quien me acompañe.
¡Buen Camino!
Bastones:
Manolo Ruiz - Maestro bastonero.
Molinos de Razón - Soria.
Fotografía: J Ruiz
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