jueves, 1 de marzo de 2018

Mujeres olvidadas. Josefina Samper Rosas



(13112006). Marcelino Camacho y Josefina Samper, en su casa en Madrid, en 2006.El 13 de febrero pasado, a los 90 años, moría  Josefina Samper Rosas, después de una vida fraguada en el compromiso social y la lucha por los derechos de la mujer, de “los trabajadores y trabajadoras”  y contra todas las desigualdades.
 La enfermedad le impidió acudir al homenaje que, con motivo de los 100 años del nacimiento de su marido, celebró Comisiones Obreras (CC OO) el pasado 21 de enero a quien fue su primer secretario general hasta 1987. 
  Josefina había nació en 1927 en el municipio almeriense de Fondón, en el seno de una familia minera que, siendo ella una niña, tuvo que emigrar a Argelia. Con 12 años comenzó a militar en las Juventudes Socialistas Unificadas y a los 14 se afilió al Partido Comunista de España (PCE) de la mano de Roberto Carrillo, hermano de Santiago Carrillo, al que conoció durante su infancia en Orán (Argelia). En esa etapa formó junto a otras mujeres un grupo de apoyo a inmigrantes y refugiados políticos.
  En 1944 el PCE le pidió que preparara un refrigerio para tres presos que se habían escapado de un campo de concentración. Uno de aquellos fugados era Marcelino Camacho, un obrero soriano al que la guerra truncó su vocación de ferroviario y le hizo fresador. La pareja intimó, se casó en diciembre de 1948 y tuvo dos hijos, Yenia y Marcel. Permaneció unida hasta el fallecimiento de Camacho, salvo las temporadas que este pasó en la cárcel de Carabanchel, a donde Josefina le llevaba aquellos jerséis de punto tricotados por ella y que marcaron tendencia durante una época entre la juventud izquierdista del país.
  Allí, en aquel barrio, muy cerca de la prisión, se habían comprado un piso en 1957, el año que regresaron del exilio tras ser indultado su marido, y en el que vivieron todas sus vidas. Y, mientras Marcelino participaba en la fundación de CC OO, Josefina impulsaba, junto a un grupo de compañeras comunistas, el Movimiento Democrático de Mujeres, que se crearía en 1965 y cuya función principal se centró en ayudar a mejorar las condiciones de vida de los presos políticos.
   Todo “un ejemplo de honradez, dignidad y de lucha por los intereses de la clase trabajadora”, también participó, como militante del PCE, en la distribución del semanario clandestino España popular. Como tantas otras mujeres de dirigentes políticos que sufrieron la persecución de la dictadura franquista, Josefina Samper fue algo más que compañera de un histórico dirigente comunista y obrero, como Marcelino Camacho. Sin duda, fue el respaldo emocional que necesitaba tanto en la clandestinidad como cuando ya pudo vivir en democracia y libertad, por las que tanto luchó junto a su marido.



En noviembre de 1975, nada más llegar a la jefatura del Estado, el rey Juan Carlos I concedió el indulto a los presos que habían sido encarcelados por el denominado Proceso 1001, en el que Camacho había sido condenado a 20 años. Josefina Samper y su marido emprendieron entonces una nueva vida fuera de la clandestinidad, pero que les dio más vitalidad para reavivar la lucha política y sindical, un compromiso que ella ha mantenido vivo hasta más allá de la muerte de Marcelino.



La Junta la reconoció con la concesión de la Medalla de Andalucía en 2016 por su labor como “transmisora de la memoria y la voz”, la suya y la de Marcelino, “sobre cuya obra y trayectoria ha ofrecido numerosas charlas para concienciar a las nuevas generaciones de la importancia de la lucha por los derechos de los trabajadores”.





Ella, una mujer buena, se acostumbró a levantarse y seguir siempre adelante. 

Josefina Samper


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